viernes, 23 de julio de 2021

'Hitler, Goebbels, Owens, Long y las paradojas II'

Los juegos olímpicos de Berlín 1936, son para mí los más ambiguos de la era moderna. En menos de un mes se vivieron los hechos más bochornosos de xenofobia deportiva y el acto de integración más contundente de la historia olímpica. El atleta alemán elegido por Hitler para representar ante el mundo la superioridad de la raza Aria era Lutz Long, multicampeón nacional de salto en largo y poseedor del récord europeo. Por su parte el equipo estadounidense tenía depositadas en Jesse Owens sus mayores esperanzas. El hecho que fuera de color, de color negro para ser más exactos, hizo que no lo trataran como tal. No se pudo hospedar en la villa olímpica con sus compañeros ni utilizar los mismos vestuarios en el estadio, no por orden del régimen Nazi, sino por orden del comité olímpico de los EEUU. Para cuando Jesse Owens gana brillantemente los 100 mts llanos, Hitler había decidido ya no bajar a saludar a los vencedores. Para sorpresa de todos, el que se acercó a felicitarlo fue Long. Owens y Long se admiraban y respetaban mutuamente, pero hasta ese momento habían mantenido la distancia. Les esperaba la prueba de salto en largo donde se enfrentarían mano a mano. Las semifinales de la prueba se desarrollan de acuerdo a lo previsto, Long demostró todo su talento batiendo el récord olímpico desatando la locura en el estadio. Al llegar el turno de Owens se produce un hecho curioso. El atleta camina por la pista para hacer una raya en la arena en el lugar de la marca de Long. Sin darse cuenta pasa por la línea de salto y pese a que no estaba corriendo para saltar se le anota como nulo y no se le permite hacer la marca. Owens nervioso hace un segundo salto nulo, estaba a un error de quedar eliminado. Long se acerca a Owens y le aconseja picar un paso antes de la línea de salto, ya que con su marca promedio, aunque saltara antes le bastaría para clasificarse a la final. Owens le hace caso y clasifica. Owens quedó muy sorprendido por la actitud de Long, lo saludó para darle las gracias y su colega alemán lo invita a una amena charla en el centro de la pista. Recostados conversando distendidos se convirtieron en el centro de la atención de los fotógrafos que tomaron la imagen más famosa de esos juegos. En esos minutos de camaradería, Owens le comenta a Long que no esta acostumbrado a saltar sin la referencia de hasta donde debe llegar para superar la mayor marca vigente. Llega la final y obviamente Long hace un salto casi imbatible. En vez de festejar se queda parado al lado del cajón de arena. Cuando es el turno de Owens, en un acto de deportividad por encima de lo esperado, el saltador alemán deja caer su pañuelo blanco a la altura de su marca. Owens salta y bingo, record mundial de 8.06 mts y medalla de oro. La situación lo superó, no sabía como festejar ante 110 mil espectadores enmudecidos. Long lo abraza y lo invita a dar una vuelta olímpica, lo acompaña señalándolo e incitando a la multitud a rendirse ante el nuevo rey del atletismo. Esa noche, Long invita a Owens a cenar en el comedor de la delegación alemana, allí le confiesa que su actitud le traerá graves consecuencias, pero no se arrepiente de lo que hizo. Ese fue el final de la carrera deportiva de Long. Alemania le retiró su apoyo y apenas pudo asistir a un par de competencias europeas hasta que estalló la guerra y Goebbels se encargó que fuera el único atleta de elite asignado al frente. Murió durante la invasión aliada en Sicilia en 1943. Sin embargo para Owens los juegos aún no habían terminado. Al día siguiente gana los 200 metros llanos, tercera medalla de oro para terminar unos juegos inolvidables. La locura del régimen Nazi le abrió una puerta inesperada. Goebbels le prohibe a los estadounidense que utilicen atletas judíos en la prueba de relevos 4 x 100. El entrenador Dean Cromwell se hizo encima y remplazó a los judíos Glickman y Stoller por los afro-americanos Owens y Metcalfe. Tiro por la culata alemana, el equipo estadounidense establece un nuevo récord mundial y Owens se alza con la cuarta medalla de oro de atletismo en un mismo juego. Marca vigente por 48 años hasta que Carl lewis la igualó en 1984. 

(Pequeñas Piezas de la Historia, por Gabriel Horacio Blasco Dantuono)

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