por Raul Forclaz
La plataforma marítima argentina y la costa del Rio de la Plata son poco profundas y el no poder dragarlas en épocas pasadas, no permitía el acercamiento a la zona seca del puerto de los barcos de considerable calado. Por ende, el desembarco de los pasajeros se hacía por medio de un transbordo desde el buque mayor a botes y de éstos a carros tirados por caballos hasta tierra firme. En 1855 las autoridades deciden mejorar este complicado e incómodo modus operandi. Construyen dos muelles de unos doscientos metros adentrados en el Río de la Plata para así desembarcar directamente a los viajantes.mEn este posteo vamos a ver sólo el de pasajeros ya que el otro desembocaba en la Aduana Taylor y era exclusivo para mercaderías. El muelle de pasajeros era todo de madera dura, pisos y pilotes; tenía dos kioscos hacia el final, el de la derecha era un control y registro de pasajeros y el de la izquierda una especie de bar y sala de espera para los días de baja temperatura o lluvia. Fueron diseñados y construidos por el pintor y arquitecto Prilidiano Pueyrredón (1823 – 1870). Estaba ubicado entre las calles Cangallo y Bartolomé Mitre y desembocaba en el Paseo de Julio. Ambos muelles fueron demolidos en 1884 ya que rápidamente quedaron obsoletos y se decidió la construcción de un puerto nuevo. En la primera foto vemos una magnífica escena captada en un día cualquiera de trabajo. Vemos los quioscos, una vía que servía para vagonetas que transportaban los equipajes y los bancos, con un ligero detalle art-nouveau en los apoyabrazos. Los mismos eran usados para descanso de los estibadores y para solaz de personas que solían ir a pasear y disfrutar del frescor del río. Al fondo vemos la cúpula de la iglesia de la Merced, luego el edificio con una serie de arcadas se trata de la Capitanía del Puerto. A continuación, la casa inglesa Forbes dedicada a la venta de material marítimo y la sigue la Casa Corti y Rivas, que declara ser compañía introductora, lo que hoy diríamos importadora de mercaderías. Observando podemos notar que el personal del muelle se identifica con una camisa a cuadros, tipo leñadora. Uno de ellos con un lápiz en la mano está hablando con alguien fuera de foco, posiblemente con un botero. También el viejo oficio de lustrabotas, muy popular en aquella época en que los zapatos había que cuidarlos. Luego vemos muchos personajes en posiciones casuales, pero en primer plano está el momento culminante, tenemos dos purretes, uno sentado y el otro hincado, que no sé si están tramando alguna travesura o practicando algún juego de la época, intriga. Luego agrego dos fotos más, una con un desembarco en carreta y otra con la vista al muelle mirando hacia el río para que tengan dimensión de lo concurrido que era. Fuente foto: AGN – internet.
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