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domingo, 8 de julio de 2018
Un héroe argentino a bordo del Titanic Edgardo Andrew dio su salvavidas a una inglesa
Según se supo después, el único argentino del Titanic, pasajero de segunda clase, tuvo una muerte heroica. Le cedió su salvavidas a una maestra inglesa, que no sólo consiguió salvarse, sino que vivió hasta los 100 años.
Pero acaso más singular fue la forma en la que este riocuartense se refirió a su destino apenas dos días antes de embarcarse, en una carta que le escribió desde Bournemouth a su amiga porteña Josefina Cowan. "Josey", como le decían en el ámbito de los inmigrantes ingleses al que también pertenecía la familia Andrew, vivía en el barrio de Belgrano y se aprestaba a visitarlo en Inglaterra. Edgardo (Edgar), que llevaba un año allí, lamentaba el desencuentro: Andrew aprovechó la breve escala que el Titanic hizo en Belfast para enviar una postal a sus familiares en San Ambrosio, al sur de la provincia de Córdoba
"Ya me imagino cuánto sentirá usted que yo no me encuentre en ésta cuando usted venga, pero no por esto se desanime Josey, pues sirve para pasar lo mejor que pueda el tiempo. No puede imaginarse cuánto siento el irme sin verla y tengo que marchar y no hay más remedio." Dos líneas después le dice: "Figúrese Josey que me embarco en el vapor más grande del mundo, pero no me encuentro nada de orgulloso, pues en estos momentos decearía (sic) que el «Titanic» estuviera sumerjido (sic) en el fondo del océano".
¿Historia de amor trunco, presentimiento y tragedia? Edgardo se llevó las aclaraciones al fondo del mar. En la carta, que Josey leería bastante más tarde, fue categórico y a la vez sugerente: "Muy bien sé que la noticia de mi partida será muy dura, pero paciencia, así es el mundo". Antes le cuenta que cuando supo que ella iría a visitarlo "estaba tan contento con la noticia que no podía pensar en otra cosa, y hacía cada programa, para cuando usted llegara a ésta, pero desgraciadamente mis anticipados programas no llegarán a realizarse". Edgardo tenía arreglado partir en el Oceanic el 17 de abril, pero una huelga de carboneros lo obligó a pagar una diferencia por el boleto en el Titanic, el único barco que zarparía (una semana antes), gracias a que la White Star Line garantizó ese esperado viaje inaugural mediante acopio de carbón. El boleto le costó en total 12 libras, entonces unos 60 dólares. Hijo menor del administrador inglés de la estancia El Durazno, en San Ambrosio, al sur de Córdoba, Edgardo había sido enviado a estudiar ingeniería naval a Inglaterra, pero desde Estados Unidos su hermano mayor, Silvano Alfredo (quien prefería ser llamado Alfredo), que le llevaba doce años y estaba por casarse con una viuda muy adinerada, lo tentó para que fuera a trabajar con él en Trenton, Nueva Jersey. Alfredo Andrew, ingeniero naval de la Armada Argentina, había sido enviado a Estados Unidos a pedido del almirante Manuel Domecq para inspeccionar la construcción de dos barcos de guerra, el Rivadavia y el acorazado Moreno. En definitiva, una combinación de episodios provocó la presencia argentina en el Titanic. Podría decirse que el Titanic siempre fue leyenda, pero la realidad es que la mayor parte de los pormenores que hoy se conocen fue ventilada en los últimos veinte años, y no sólo debido al descubrimiento de los restos, en 1985, y a la impresionante recuperación de objetos desde entonces, sino también al hecho de que muchos sobrevivientes quedaron tan trastornados que sólo pudieron purgar sus ricos testimonios tras ser aliviados por el paso de las décadas.
Edwina Troutt, Winnie, sin ir mas lejos, la maestra oriunda de Bath que tenía 27 años cuando recibió el salvavidas de parte de su compañero de mesa argentino, recién empezó a hablar de lo que le había sucedido en el Titanic en la segunda mitad del siglo. Eso sí, no paró hasta su muerte (en 1984, cinco meses después de cumplir cien años), como me lo certificó en 1998 una de sus mejores amigas en Hermosa Beach, California, donde Winnie se había radicado. Casada tres veces y convertida en una celebridad, muchos la describieron como una persona excepcional (no en vano manejó su auto hasta los 96). Fue ella la principal fuente de información acerca de los últimos días de la vida de Edgardo Andrew, a cuyo hermano Alfredo visitó.
Don Lynch reproduce en su consagrado libro sobre el Titanic un diálogo que tuvo lugar en un pasillo de la segunda clase entre Winnie, Edgardo y un empresario danés llamado Jacob Milling. Allí, Edgardo desafía a Winnie cuando ella le dice, nerviosa, que el barco se va a hundir. "¡Imposible!" Edgardo expresaba a esa hora un pensamiento muy extendido. Tanto que hasta incluía al capitán.
La historia de Edgardo permaneció en la intimidad familiar (a lo sumo tuvo una módica repercusión en la prensa local y en Caras y Caretas del 8 de junio de 1912) durante 86 años. Llegó a mis oídos, en Río Cuarto, por casualidad. Alguien me aseguró que existía una postal despachada a la estancia San Ambrosio desde el mismísimo Titanic, pero sólo conseguí darle crédito al día siguiente, cuando la tuve en mis manos y me estremeció. "Desde este colosal barco -puso Edgardo en esa postal, que compró en la peluquería de a bordo y le envió a su hermano Wilfred con el matasellos de la escala hecha en Queenstown- tengo el placer de saludarte. Hoy llegaré a Irlanda, donde pasaré unas pocas horas. Yo lo estreno en su primer viaje a este?" (hay una palabra que no se entiende).
Winnie Troutt fue rescatada por el Carpathia, con un bebe de cinco meses en sus brazos, Charles Thomas, que viviría hasta los veinte años. Otro bebe cayó en brazos de Violet Jessop; lo cuidó durante un día. Violet nunca supo a quién salvó, ni siquiera cuando medio siglo más tarde alguien que dijo ser aquel bebe le hizo una breve llamada a Inglaterra para agradecerle.
Edgardo se arrojó al mar. Su cuerpo nunca se halló. Si sólo se hubiera dejado el salvavidas puesto tampoco se habría salvado. Pero su última cortesía significaba, también, renunciar a la pelea por disputar un lugar en los escasos botes salvavidas, donde los pasajeros de segunda eran todavía menos bienvenidos.
Premonitorio
"Figúrese Josey que me embarco en el vapor más grande del mundo, pero no me encuentro nada de orgulloso, pues en estos momentos decearía [sic] que el �Titanic� estuviera sumerjido [sic] en el fondo del océano"
sábado, 7 de julio de 2018
La fascinante historia de "Miss inhundible", la argentina que sobrevivió al naufragio del Titanic, del Britannic y al choque del Olympic
De milagro su nave sigue a flote, tiene tremendo agujero en el casco, pero logras llegar a puerto.
Pues eso le ocurrió a comienzos del siglo XX a una mujer llamada VioletJessop, que viajaba en el transatlántico británico RMS Olympic cuando este colisionó con un buque de guerra frente a las costas británicas en 1911.
Después de semejante experiencia, es muy probable que nunca más quisieras subirte a una embarcación, ¿verdad?
No fue el caso de Jessop. Lejos de evitar la navegación, volvió a subirse el año siguiente a otro enorme barco, quizás el más famoso de todos los tiempos (a pesar de que navegó por muy pocos días): el RMS Titanic. Tenía 24 años cuando estuvo involucrada en uno los desastres marítimos más recordados de la historia, cuando el Titanic se hundió en el helado Atlántico a solo cuatro días de haber comenzado su viaje inaugural, el 15 de abril de 1912.
Increíblemente, también sobrevivió y no estuvo entre las más de 1.500 víctimas. Pero eso no detuvo a Jessop. Siguió subiendo a otras embarcaciones. ¡Y siguió sufriendo naufragios!
En 1916, en plena Primera Guerra Mundial, se enlistó como enfermera de la Cruz Roja a bordo del HMHS Britannic, un transatlántico reconvertido en buque hospital que navegaba por el mar Egeo cuando fue atacado por los alemanes. El barco se fue a pique en menos de una hora.
Pero Violet Jessop también vivió para contarlo. Sus padres habían estado entre la oleada de inmigrantes irlandeses que llegó a Argentina a finales del siglo XIX.
Violet nació el 2 de octubre de 1887 cerca de Bahía Blanca, en el sur de la provincia de Buenos Aires, donde su padre trabajaba como pastor de ovejas.
Fue la mayor de seis hermanos.
Su espíritu luchador se puso a prueba de muy joven: de pequeña contrajo tuberculosis y los médicos le dieron tres meses de vida.
Su familia entera se mudó a la provincia de Mendoza, en el occidente, sobre la cordillera de los Andes, para que el clima la ayudara a sanar. Y así fue, algo considerado milagroso en esa época.
Sin embargo, quien perdió la vida fue su padre. Y tras su muerte, su madre decidió instalar a la familia en Inglaterra, donde consiguió trabajo como camarera con la naviera Royal Mail Line.
Cuando comenzó a tener problemas de salud, Violet -ya de 21 años- buscó trabajo para mantener a la familia y consiguió un puesto similar al de su madre, en la misma empresa.
Fue así que comenzó su relación con los barcos. Pero la historia le reservaría una conexión muy particular con tres buques específicos: las estrellas de la naviera White Star Line, para la que comenzó a trabajar en 1908.
Las naves eran parte de la flota más grande, moderna y lujosa de la época: el Olympic, el Titanic y el Britannic.
Eran tres "barcos hermanos" de la clase Olympic, creados casi iguales.
Y su destino también sería muy parecido (y no muy feliz). El 20 de septiembre de 1911, chocó contra el buque de guerraHMS Hawke frente a las costas de Inglaterra, cuando éste quedó atrapado en su enorme estela.
A pesar de que el Hawke perforó su casco y dañó una hélice, milagrosamente no hubo heridos y el Olympic pudo volver al puerto de Southampton.
El capitán del transatlántico era un hombre llamado Edward John Smith, quien el año siguiente cobraría fama por ser el capitán del barco que llegó para eclipsar al Olympic: el admirado RMS Titanic, aún más grande y lujoso que su hermano mayor.
En un cuaderno de memorias que escribió sobre sus experiencias -que tras su muerte se publicaría bajo el título "Titanic Survivor" o Sobreviviente del Titanic-, Violet contó que era feliz trabajando en el Olympic y que no quería cambiar de embarcación.
Pero sus amigos y familiares, maravillados con el lujo y la magnificencia del Titanic, la convencieron. Y fue así como la joven de 24 años pasó a ser una de sólo 23 mujeres que formaron parte de la tripulación en el trágico viaje inaugural del Titanic.
En sus memorias recordó qué pasó después del choque y contó cómo sobrevivió.
"Me ordenaron que subiera a cubierta. Los pasajeros paseaban tranquilos", relató.
"Las otras camareras y yo miramos como las mujeres se aferraban a sus maridos antes de que las metieran en los botes salvavidas con sus hijos".
"Un tiempo después, un oficial nos ordenó abordar al bote número 16 para demostrarle a las mujeres que era seguro", rememoró.
También le pasaron a un bebé, que sostuvo contra su duro salvavidas de corcho por horas para evitar que muriera congelado, hasta que llegó el RMS Carpathia para salvarlos.
Una vez a bordo apareció una mujer -Violet supuso que era la madre- y le arrebató al pequeño. "Aparentemente había dejado al bebé sobre la cubierta mientras fue a buscar algo y cuando volvió ya no estaba", dijo.
Violet y los otros 704 sobrevivientes fueron llevados a Nueva York, en Estados Unidos.
Britannic
Esa dramática experiencia tampoco logró alejar a Violet del mar.
Siguió trabajando como camarera para la misma empresa.
Su conexión con el tercer "barco hermano" de la clase Olympic, el Britannic -que fue lanzado al mar en 1914- llegó de la mano de la Primera Guerra Mundial.
El más joven de los cruceros, que al igual que sus gemelos había sido creado con la intención de unir a Europa con EE.UU., nunca llegó a cruzar el Atlántico.
El gobierno británico lo requisó y lo convirtió en buque hospital.
Violet se unió a la tripulación, esta vez como enfermera de la Cruz Roja.
Sobreviviente
El 21 de noviembre de 1916 el barco navegaba por el mar Egeo a la altura del canal de Kea, frente a las islas griegas, cuandose produjo un estallido. La prensa británica de la época reportó que había sido alcanzado por torpedos alemanes, pero muchos sostienen que en realidad se topó con una mina.
El caso es que se hundió en 55 minutos, tres veces más rápido que el Titanic (a pesar de todas las previsiones que habían tomado los ingenieros navales para hacer que la embarcación fuera más segura).
Esta vez Violet no logró salvarse en un bote salvavidas, ya que el suyo y otros fueron chupados por las hélices del barco. Debió tirarse al mar y se golpeó en la cabeza, pero la rescataron.
Ella lo atribuyó el milagro a su abundante cabellera de color castaño, pues la sacaron del agua izándola por el pelo.
30 personas murieron ese día, pero la mayoría sobrevivió. El desastre no fue mayor porque el barco iba en busca de heridos y aún no transportaba víctimas.
Una vida dedicada al mar
Las probabilidades de ser parte de dos de las catástrofes náuticas más grandes de la historia parecen remotas.
Y aún más remota la posibilidad de que alguien pudiera sobrevivir a ambos eventos y aún así seguir navegando.
Pero Violet Jessop lo hizo y, con toda lógica, se ganó el apodo de "Miss inhundible".
viernes, 6 de julio de 2018
Darwin en Argentina
Si hablamos de viajeros, alguien que hizo honor a ese espíritu fue el inglés Charles Darwin, naturalista, científico brillante, padre de la teoría de la evolución. En tiempos donde el mundo era una invitación a explorar y descubrir, este entonces joven de 22 años llegó a Argentina y trazó una ruta que hoy por hoy puede ser reconstruida y que en muchos casos conserva la historia de su visita.
Darwin estuvo en el país entre diciembre de 1831 y octubre de 1836. Daba la vuelta al mundo a bordo del Beagle, que comandaba el capitán Robert Fitz Roy, experto cartógrafo y meteorólogo, y al llegar a tierra argentina se encontró con paisajes e informaciones tan importantes que marcaron a fuego sus futuras observaciones para la ciencia. Muchos de los lugares que conoció fueron descritos por él en su libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo, que publicó en 1939. A comienzos de agosto de 1932, el barco dejó a Darwin en la desembocadura del río Negro, cerca de Carmen de Patagones. Cada vez que podía, el científico recolectaba plantas, rocas, y buscaba fósiles. Sobre esta zona, escribió:
“para un amante de la geología, este sitio es del máximo interés. Las divisiones de los estratos siguen por millas en forma exactamente paralela a la superficie del mar… Para un geólogo, es como el Dorado… Había valvas fósiles por todas partes”.
El campamento estaba en las cercanías de Fortín Mercedes, lugar que hoy todavía se conserva y se puede visitar (ahí también estuvieron los restos de Ceferino Namuncurá hasta 2009).
Darwin estuvo con Juan Manuel de Rosas, recorrió el terreno, anduvo a caballo, cazó, interactuó con los pueblos originarios de esa zona.El enfrentamiento entre los pueblos originarios y el “hombre blanco” fue entonces lo que más le llamó la atención.
Luego de dejar temporalmente la Patagonia, Darwin fue a Buenos Aires y desde allí comenzó excursiones que lo llevaron una vez más al sur, a la región de Bahía Blanca y alrededores, donde hizo descubrimientos cruciales para su investigación.
En la zona de Punta Alta , donde hoy hay un museo que lleva su nombre, y en la región de Las Rocas (en Pehuen Co) encontró fósiles gigantes, que hoy todavía pueden visitarse. Fue aquí donde empezó a pensar en la teoría de la evolución. Uno de los fósiles que más lo impresionó fue el del megaterio, que era poco conocido en la época. Era septiembre de 1932 y todo lo encontrado le permitió pensar en la mutabilidad de las especies. En ese viaje, que fue a caballo, acompañado de los gauchos, también se fascinó por la información geológica que encontró, y por los dos tipos de ñandúes que pudo reconocer. A Rosario, Darwin llegó en barco, por el río Paraná. Y al ver la ciudad escribió:
“Rosario es una gran ciudad, edificada en una meseta horizontal levantada sobre el Paraná unos 18 metros. El río aquí es muy ancho y tiene numerosas islas, bajas y frondosas, como también la opuesta ribera. La vista del río parecería la de un gran lago, a no ser por las islitas en forma de delgadas cintas, únicos objetos que dan idea del agua corriente”.
También pasó por Santa Fe y el cambio de clima lo sorprendió:
“Por la mañana llegamos a Santa Fe. Allí me sorprendió observar el gran cambio de clima, producido por la diferencia de sólo 3 grados de latitud, entre este lugar y Buenos Aires. Así lo evidenciaban el vestido y la complexión de los hombres, el mayor desarrollo del ombú, el gran número de nuevos cactus y otras plantas, y especialmente de las aves”.
Una vez más en las costas Patagónicas, Darwin se encontró con especies que lo obnubilaron. En diciembre de 1933, llegó a Puerto Deseado. Aquí encontró fósiles, también, por ejemplo, el de una especie de “llama gigante”. Todo eso lo llevó a preguntarse por la extinción y sus causas.
Aquí también quedó su nombre. Los Miradores de Darwin pueden visitarse hoy en un viaje que incluye gomones y caminata y que lleva en total unas siete horas de un viaje fiel a su estilo. Una manera de seguir sus pasos, una forma de ver esta tierra que lo inspiró a escribir:
“…No creo haber visto jamás,
un lugar más alejado del resto del mundo, que
esta grieta de rocas en medio de la inmensa
llanura…”
La ruta al sur lo llevó a las Islas Malvinas y luego al Canal de Beagle . En Malvinas tomó apuntes de especies, en Tierra del Fuego interactuó con nativos. En esos días exploraron el cerro Fitz Roy, que recibió el nombre en honor al capitán de su barco. El camino luego lo llevó a territorio chileno. En marzo de 1835, Darwin volvió a pisar tierra argentina cruzando el Paso Internacional Portillo, a lomo de burro. Entonces recorrió algunos lugares de la provincia de Mendoza. Esta vez, su objetivo principal fue recolectar información geológica.
En Paramillos, se topó con el bosque de árboles petrificados, y dejó registro de sus observaciones: “Se requiere un poco de practica geológica para interpretar la maravillosa historia que esta escena una vez encerró; aunque confieso que estuve primero tan asombrado que pude escasamente creer la más clara evidencia. Vi el lugar donde un grupo de finos árboles una vez ondularon sus ramas sobre las costas del Atlántico, cuando el océano (ahora retirado 700 millas) vino al pie de los Andes….”
Agua de la Zorra, en “Paramillos de Uspallata”, es hoy un lugar de interés científico a nivel internacional. La observación de Darwin fue el primer trabajo geológico de la provincia de Mendoza
jueves, 5 de julio de 2018
miércoles, 4 de julio de 2018
martes, 3 de julio de 2018
lunes, 2 de julio de 2018
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