A fines de 1800 y principio de 1900, se reunían en el “Challao” un selecto grupo de mendocinos cultores de nuestra música vernácula.
En comidas de camaradería y memorables fiestas criollas, lucían su ingenio a través de improvisaciones de diferentes temas musicales y poéticos.
Miembros de distinguidas familias mendocinas, cantaban con el arpa o la guitarra, cuecas, gatos, tonadas y valses, que alternaban con sonetos y romances. A través de la riqueza rítmica que atesora nuestra raza, se cronicaban los más diversos temas de la apacible vida lugareña de esos tiempos.
En 1853 en “El Nacional” de Buenos Aires, aparece una crónica que describe:
“Un pequeño arroyo de aguas cristalinas nace en las sierras, corre en lo bajo de una hondonada cubierta de árboles puestos por la mano del hombre. Estamos en El Challao, donde muchas de las familias pudientes de Mendoza, pasan el verano. Se ven, ocultos entre los cerros, ranchos espaciosos, rodeados de árboles frutales...”.
Nombre huarpe
El nombre del lugar se originó en el de un cacique huarpe homónimo. Era un aborigen recordado por su docilidad y obediencia al conquistador. A la llegada de los españoles, el manso aborigen y su zona, fue parte de la encomienda que la corona hispánica otorgó al capitán Lope de la Peña, compañero del fundador Pedro del Castillo.
A su muerte en 1600, de la Peña, lo dejó a los jesuitas. En el siglo 18 cuando la Compañía de Jesús, fue expulsada de América por los propios españoles y sus bienes fueron subastados quedando en manos de varios señores.
El escritor Lucio Funes comenta en su libro “Recuerdos del pasado” que:
“...pasar los domingos en aquel sitio, era un lujo que estaba reservado sólo a los que contaban con una familia amiga que los recibiese y hospedase...porque en el lugar no cabían ni se aceptaban intrusos, manteniéndose un riguroso control sobre los visitantes, porque la gente de aquella época era más exigente en la selección de sus relaciones”.
Así, El Challao, era la exclusiva comarca de familias como Carlos González, Domingo Bombal, José María Videla, Federico Palacio, Lisandro Moyano, Fernando Raffo, entre otros varios notables.
Alguna vez se dijo que El Challao, “la perla de los Andes”, era para los mendocinos, lo que Mar del Plata para los porteños.
Pero con el transcurso del tiempo, ese atractivo se fue diluyendo y todo cambió.
En 1926 la familia González Ortiz, colocó en una de las lomas, una imagen de la Virgen de Lourdes. En diciembre de 1941 los padres misioneros del Corazón de María, concluyeron la edificación de una pequeña capilla, gracias al esfuerzo de sus feligreses.
Aquellas reuniones
Canciones, cuecas, tonadas y décimas, alternaban con sonetos y romances. Fueron protagonistas destacados de aquellas citas criollas, Félix González, el presbítero Videla Cuello, Ezequiel García, Federico Palacio, Lucio Funes y otros que se destacaron como excelentes autores letristas. Muchas de sus creaciones, que por falsos escrúpulos, han quedado en la tradición oral mendocina como anónimas.
Cantores populares
Los cantores populares de aquel tiempo se destacaron no sólo por sus dotes vocales, también por su prestancia y carisma.
Domingo Zenteno, su gallarda figura montada en su caballito criollo, paseaba por el histórico barrio del Matadero de la ciudad de Mendoza. Fue el más querido y popular allá por 1905, con su blanca y larga barba, mostrando en sus ojos la reminiscencia del trovador cuyano, con su pasado de payador. Era el tipo clásico del mendocino auténtico. Cotudo, conservaba el acento de su voz fuerte y melodiosa. Cantó con su mujer, Concepción Zenteno, luego con su hijo Domingo Segundo y con Salvador, “el pollo” Zalazar.
Fue el cantor oficial de todos los festejos populares de Mendoza.
Olegario Mendez, también de aquellos años, era el “serenatero”, fue el cantor preferido delos enamorados tímidos y uno de los predilectos del pueblo que lo consideraba elalma de toda fiesta criolla.
Formó dúo con Advertano Maza, constituyéndose en uno de los mejores de su época por sus ajustadas voces e insuperables interpretaciones.
Juan Antonio Carreras prestigioso músico y payador, venía de una tradicional familia local. Fue el primero que utilizó y difundió el requinto como instrumento de acompañamiento. Lo secundaron varios jóvenes de la sociedad mendocina, a la que era frecuentemente invitado por su trato gentil y carácter respetuoso. Fue un gran difusor de la música cuyana en Chile y en Buenos Aires, donde tuvo muchos e importantes admiradores.
Ulderico Ibañez vivió en San Martín Tunuyán y Colonia Segovia. Fue un notable y admirado cantor mendocino que recorrió todos los ricones de su suelo natal. Contaba que había conocido a las famosas hermanitas Coria, hijas de los fundadores del distrito de Chacras de Coria. “...cantaban tan lindo a dúo, que la gente se desgañitaba animando y aplaudiendo a rabiar, mientras los rricos quemaban a montones los cajones de cuetes para festejarlas...”.
Angel Vidadel Olivera, conocido como “El Pescado”, entre fines de 1800 y las primeras décadas de 1900 fue el cantor y guitarrista más conocido. Su melodiosa voz y su registro tonal, le otorgaron un lugar de prestigio en su medio y como intérprete de nuestra música genuina, el más autorizado.
Heriberto “El Pichón” Videla dominó la guitarra y el requinto con asombrosa facilidad. Fue un apasionado cultor de las tradiciones musicales cuyanas, igual que de sus antiguas danzas. Fue un auténtico músico y extraordinario instrumentista mendocino.
Nicolás Bustos cabal artista de nuestra música y canto popular, fue un guitarrista de fibra y hábil ejecutante del requinto de admirable impieza y dominio de ambos instrumentos. Fue conocedor y difusor de antiguos temas de nuestro folclore que dio a conocer en su notable belleza armónica.
Gregorio Torcetta
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