Hasta ahora, se ha celebrado la producción y su producto final, el vino en todas sus formas, colores y sabores, con la mirada desde los grandes salones de los inmigrantes que amasaron fortunas y dieron trabajo con sus viñedos y bodegas. El otro lado de la moneda de la industria del vino está en sus trabajadores. Allí hubo también inmigrantes, descendientes de nativos y por supuesto, esclavos negros oriundos de África, otra forma de inmigración, anterior a la gran ola de la que hemos "preferido" hablar a lo largo de la historia. No están en las fotos y son tan solo una anécdota en las referencias históricas, hasta ahora.
Un estudio realizado por el historiador mendocino Pablo Lacoste, junto a Marcela Aranda, desentrañó el protagonismo real de los esclavos en la industria vitivinícola, pero también en la festividad alrededor del fin de la cosecha, la vendimia. Su informe, preparado para la Universidad de Santiago de Chile, se denomina "Los afroamericanos como cofundadores de la vitivinicultura de Argentina y Chile". Como puede apreciarse desde el mismo título del trabajo, el rol asignado no es inferior ni superior al de los empresarios del vino: pares.
En el desarrollo del artículo de Lacoste y Aranda, se examinó el papel de los africanos y sus descendientes en la industria vitivinícola de Argentina y Chile en un período de tiempo que fue desde mediados del siglo XVII hasta comienzos del XIX.
Entre sus conclusiones, detectaron que este grupo desempeñó un aporte relevante en los diversos procesos de la vitivinicultura, al colaborar con el cultivo de la viña, la elaboración de vino y aguardiente, su envasado, transporte y comercialización.
También se destacaron en la innovación, particularmente en la diversificación del patrimonio vitícola regional, y en la elaboración de productos típicos, como el primer pisco chileno.
Al comparar el trabajo de estos grupos en las viñas de Chile y Argentina con el papel que les cupo en otros territorios americanos, sobre todo Perú, el estudio se apoyó en documentos originales inéditos de los fondos notariales y judiciales de Mendoza, San Juan, La Serena, Santiago, San Felipe, San Fernando y Cauquenes, juntamente con los registros de los jesuitas.
Detrás del glamour
De tal modo que, según le explicó Lacoste a MDZ, "la glamorosa industria del vino de Argentina y Chile, que muchas veces está asociada a las élites y a la gente rica, en realidad fue moldeada y surgió gracias al trabajo de los afroamericanos".
En ese sentido, apuntó que "los esclavos, que vinieron a trabajar en la época colonial fueron los artífices de la industria del vino. Trabajaron durante 300 años para levantar la industria madre de Mendoza, que es motivo de orgullo. Sin la presencia de grandes empresarios, estos humildes trabajadores de origen africano se ocupaban de cultivar las viñas, de hacer el vino; se ocupaban de fabricar las tinajas, las barricas en las bodegas. Muchos de ellos eran arrieros o troperos y los llevaban a vender a Buenos Aires".
Fiesteros
Lacoste sostuvo que no solo fueron mano de obra para cosechar uva, fabricar vino, transportarlo de forma segura y venderlo, sino que fueron los primeros en darle sentido festivo a la actividad. "Son -dijo- los que además empezaron a hacer las grandes fiestas alrededor del vino. Con las tinajas de barro cocido, ellos cubrían las aberturas con cueros y hacían los movimientos de percusión para sus celebraciones del fin de cosecha. También le daban clima de alegría que hoy es la herencia enorme de la Fiesta de la Vendimia, con origen en estos trabajadores que con su amor y con su pasión levantaropn la industria madre de Mendoza".
El contexto histórico
Lacoste y Aranda contextualizaron su investigación en la rebelión de esclavos de 1807 en el Convento de San Agustín, en Mendoza, principal polo vitivinícola de la actual Argentina, y hasta poco tiempo antes, capital de la provincia de Cuyo del Reino de Chile. "Los afroamericanos enfrentaron al prior del convento, lo asaltaron y terminaron en la cárcel. La ciudad se vio sacudida por las tensiones, y la justicia solicitó declaraciones de los afectados. Un referente de la industria del vino manifestó su preocupación, pues los esclavos del convento eran 'los únicos que fabrican tinajas y botijas y que la necesidad nos pone en la precisión de tratar con ellos'", sostuvo en el trabajo de investigación.
Agregaron que la industria del vino dependía de los esclavos para "suplirnos de vasija que para el uso de las bodegas nos son tan necesarias pues por falta de ellas muchos años nos vemos precisados a vender por la mitad de su valor los vinos o a desperdiciar las cosechas del año". El testimonio señalaba la importancia estratégica que los esclavos habían alcanzado en la industria vitivinícola regional.
Los autores subrayaron que "esta imagen es difícil de comprender, porque en Chile y Argentina se ha producido una especie de desvanecimiento de la presencia de los africanos y sus descendientes en los paisajes y la memoria colectiva. Paradójicamente, el conflicto de 1807 ofrece un rastro indeleble: los afroamericanos tuvieron un papel en la industria vitivinícola que, todavía, no se ha examinado con suficiente profundidad".
La llegada de los africanos a las viñas
De acuerdo con la investigación, "los primeros africanos esclavizados llegaron a Chile en 1563 y desde entonces fueron en constante aumento, pues llegaban tanto desde Lima como desde Buenos Aires. En el siglo XVII vivían en Chile entre 10.000 y 12.000 y en Mendoza representaban el 25% de la población. En el siglo XVIII se mantuvieron las cifras altas, sin alcanzar nunca la presencia masiva de Brasil y el Caribe. En el censo de 1779 se detectó que el obispado de Santiago (del desierto de Atacama hasta el río Maule) tenía 25.508 negros y mulatos. Un tercio de ellos vivía en el corregimiento de Santiago donde, sobre una población total de 40.607 habitantes, había 7.569 afroamericanos (18,64%). La población de negros y mulatos de la capital chilena y sus alrededores subió de 30.000 personas a fines del siglo XVIII, a 60.000 a fines de la década de 1810 (De Ramón 2000). Al otro lado de la cordillera, en Cuyo, el censo de 1777 detectó 23.500 habitantes, incluyendo 4.000 negros (17%); en el registro siguiente, 1812, la población ascendía a 43.000 personas, incluyendo 8.500 negros (20%). El tráfico de esclavos estaba estimulado por las diferencias de precios entre los distintos lugares. El valor comercial de un esclavo llegaba a $60 en las costas de África, $100 en el Caribe, $200 en Lima y $300 en Chile y Cuyo. Esas grandes diferencias de precios establecían que el tráfico de esclavos era una actividad muy lucrativa. Las élites de los principales polos vitivinícolas impulsaron activamente el tráfico de esclavos. Así se reflejó en 1692 cuando los cabildos de San Juan y Mendoza acordaron elevar petitorio al Rey 'un navío de negros por mano de uno de sus asentistas'".
Agregaron que "la iniciativa partió del cabildo de San Juan, que aprobó el proyecto y lo remitió a Mendoza. En esta sociedad, se convocó a un Cabildo Abierto para ampliar la participación a los vecinos notables, incluyendo todos los religiosos, los encomenderos y hacendados. La propuesta fue aprobada por unanimidad el 29 de octubre de 1692".
¿Cuántos esclavos por finca?
Según Lacoste y Aranda, "la cantidad de esclavos por unidad productiva era también un aspecto relevante. En las plantaciones antillanas trabajaban numerosos esclavos. Por ejemplo, una hacienda típica dedicada a la producción de café contaba con 110 esclavos y 200.000 cafetos. A ello hay que añadir que 'en Jamaica, más de tres cuartos de los esclavos vivían en plantaciones de más de 50 esclavos, y la mitad en plantaciones de más de 150 esclavos, mientras que en América del Norte, más de la mitad de los esclavos vivían en plantaciones de menos de diez esclavos. En 1860, solo el 2,7 % de los propietarios poseían 50 esclavos o más'. En Cuba, hacia 1830, una plantación normal solía producir 72 toneladas anuales de azúcar, empleando unos setenta esclavos".
Mientras que "en el espacio vitivinícola peruano también había grandes haciendas con numerosos esclavos. Solo entre ocho haciendas jesuitas tenían 2.017 esclavos. En realidad, las órdenes religiosas se caracterizaban por poseer grandes cantidades de esclavos en toda América Latina debido a su mayor disponibilidad de capital y de crédito. Esta situación se verificó con claridad en el Virreinato del Perú, incluyendo las zonas vitivinícolas de Perú, Chile y Cuyo, como se examina más adelante".
En tanto -según los autores- "en las zonas vitivinícolas de Chile y Argentina las haciendas laicas tenían pocos esclavos. Las familias más ricas llegaban a reunir alrededor de 20 esclavos, parte de los cuales trabajaban en el servicio doméstico de la ciudad, y parte en las labores agrícolas periurbanas. En Santiago de Chile, el Maestre de Campo don Juan de Obregón Campero, poseía una viña con 10.000 cepas, una bodega con 800 arrobas, y cinco esclavos.8 Dentro del Corregimiento de Coquimbo, en el Valle del Elqui, en 1733, la Hacienda 'La Torre', con 11.000 parras de viña, bodega, lagar y corral de alambiques, tenía tres esclavos: Pascual, Mateo y Santiago" .
Mientras que "el padrón de Mendoza de 1739 detectó 150 propietarios, de los cuales cerca de 100 eran viticultores; en la mitad de esos establecimientos había esclavos. Los principales activos eran bodegas y viñedos; pero también había capitales importantes en carretas, molinos y otros bienes. Por lo general había una correlación entre el valor de la propiedad y la cantidad de esclavos".
Fuente: http://www.mdzol.com/video/721469-cuanto-tuvieron-que-ver-los-esclavos-negros-con-la-vendimia/
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