William Wallace nació alrededor de 1270, probablemente en Elderslie, Renfrewshire, o en otro lugar de Escocia. Era hijo de un caballero menor, Sir Malcolm Wallace, lo que lo situaba en la baja nobleza, no en la alta aristocracia escocesa. En esa época, Escocia enfrentaba una crisis de sucesión tras la muerte del rey Alejandro III en 1286, lo que dejó al país sin un heredero claro. Inglaterra, bajo el rey Eduardo I, aprovechó esta debilidad para intentar imponer su dominio, apoyando a Juan Balliol como rey títere en 1292. El descontento con la influencia inglesa y los abusos de poder en Escocia encendieron el espíritu de resistencia, y aquí es donde Wallace emerge como líder. Wallace comenzó a destacarse en 1297, en un contexto de rebelión contra la ocupación inglesa. Según las crónicas, su primer acto notable fue el asesinato del sheriff inglés de Lanark, William Heselrig, en mayo de 1297. Este acto, posiblemente motivado por razones personales (se dice que Heselrig estaba involucrado en la muerte de la esposa de Wallace, Marion Braidfute, aunque esto es debatido), lo convirtió en un símbolo de resistencia. Wallace reunió un ejército de plebeyos y pequeños nobles, utilizando tácticas de guerrilla contra las fuerzas inglesas, mucho más numerosas y mejor equipadas. Su liderazgo carismático y su habilidad para movilizar a las clases bajas lo diferenciaron de otros líderes escoceses, como Robert the Bruce, que pertenecían a la alta nobleza. El momento cumbre de Wallace fue la Batalla de Stirling Bridge, el 11 de septiembre de 1297. Junto a Andrew Moray, otro líder rebelde, Wallace derrotó a un ejército inglés mucho mayor, liderado por John de Warenne, conde de Surrey. Los escoceses aprovecharon el terreno, emboscando a los ingleses en un puente estrecho sobre el río Forth. La victoria fue aplastante y elevó a Wallace a la categoría de héroe nacional. Tras esta batalla, fue nombrado Guardián de Escocia, actuando como líder de facto del país en nombre de Juan Balliol, que había sido depuesto por Eduardo I. El éxito de Wallace fue efímero. En julio de 1298, Eduardo I, conocido como "Longshanks" (Piernas Largas) y "Martillo de los Escoceses", invadió Escocia con un ejército profesional. En la Batalla de Falkirk, las fuerzas de Wallace, menos organizadas y dependientes de lanceros (los famosos "schiltrons"), fueron derrotadas por la caballería y los arqueros ingleses. Aunque Wallace escapó, su reputación como líder militar sufrió un duro golpe, y perdió el título de Guardián de Escocia. Tras Falkirk, Wallace evitó enfrentamientos a gran escala y se dedicó a la guerra de guerrillas. También buscó apoyo internacional, viajando posiblemente a Francia y Roma para pedir ayuda contra Inglaterra. Sin embargo, su influencia disminuyó a medida que otros líderes, como Robert the Bruce, ganaban protagonismo. En 1305, Wallace fue traicionado (posiblemente por un noble escocés, Sir John Menteith) y capturado cerca de Glasgow. Fue llevado a Londres, donde enfrentó un juicio por traición. Eduardo I, decidido a hacer un ejemplo de él, lo condenó a una muerte brutal: el 23 de agosto de 1305, Wallace fue ahorcado, destripado, descuartizado y decapitado. Sus restos fueron exhibidos en varias ciudades como advertencia a otros rebeldes. Aunque Wallace no logró la independencia de Escocia, su resistencia inspiró a generaciones futuras. Robert the Bruce, influenciado por su ejemplo, lideró a Escocia hacia la victoria en Bannockburn (1314) y aseguró la independencia del país. La figura de Wallace se convirtió en un símbolo de la lucha por la libertad, especialmente tras el poema épico de Blind Harry (c. 1470), que embelleció su historia con detalles como su romance con Marion y su heroísmo exagerado. La película Braveheart (1995), dirigida por Mel Gibson, popularizó a Wallace a nivel mundial, pero incluye muchas inexactitudes históricas, como la batalla de Stirling sin puente, el romance con la princesa francesa Isabel (imposible cronológicamente) y la pintura facial azul, que no era una práctica de la época.
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martes, 17 de junio de 2025
William Wallace (c. 1270-1305) Fue uno de los líderes más icónicos de la primera guerra de independencia de Escocia.
William Wallace nació alrededor de 1270, probablemente en Elderslie, Renfrewshire, o en otro lugar de Escocia. Era hijo de un caballero menor, Sir Malcolm Wallace, lo que lo situaba en la baja nobleza, no en la alta aristocracia escocesa. En esa época, Escocia enfrentaba una crisis de sucesión tras la muerte del rey Alejandro III en 1286, lo que dejó al país sin un heredero claro. Inglaterra, bajo el rey Eduardo I, aprovechó esta debilidad para intentar imponer su dominio, apoyando a Juan Balliol como rey títere en 1292. El descontento con la influencia inglesa y los abusos de poder en Escocia encendieron el espíritu de resistencia, y aquí es donde Wallace emerge como líder. Wallace comenzó a destacarse en 1297, en un contexto de rebelión contra la ocupación inglesa. Según las crónicas, su primer acto notable fue el asesinato del sheriff inglés de Lanark, William Heselrig, en mayo de 1297. Este acto, posiblemente motivado por razones personales (se dice que Heselrig estaba involucrado en la muerte de la esposa de Wallace, Marion Braidfute, aunque esto es debatido), lo convirtió en un símbolo de resistencia. Wallace reunió un ejército de plebeyos y pequeños nobles, utilizando tácticas de guerrilla contra las fuerzas inglesas, mucho más numerosas y mejor equipadas. Su liderazgo carismático y su habilidad para movilizar a las clases bajas lo diferenciaron de otros líderes escoceses, como Robert the Bruce, que pertenecían a la alta nobleza. El momento cumbre de Wallace fue la Batalla de Stirling Bridge, el 11 de septiembre de 1297. Junto a Andrew Moray, otro líder rebelde, Wallace derrotó a un ejército inglés mucho mayor, liderado por John de Warenne, conde de Surrey. Los escoceses aprovecharon el terreno, emboscando a los ingleses en un puente estrecho sobre el río Forth. La victoria fue aplastante y elevó a Wallace a la categoría de héroe nacional. Tras esta batalla, fue nombrado Guardián de Escocia, actuando como líder de facto del país en nombre de Juan Balliol, que había sido depuesto por Eduardo I. El éxito de Wallace fue efímero. En julio de 1298, Eduardo I, conocido como "Longshanks" (Piernas Largas) y "Martillo de los Escoceses", invadió Escocia con un ejército profesional. En la Batalla de Falkirk, las fuerzas de Wallace, menos organizadas y dependientes de lanceros (los famosos "schiltrons"), fueron derrotadas por la caballería y los arqueros ingleses. Aunque Wallace escapó, su reputación como líder militar sufrió un duro golpe, y perdió el título de Guardián de Escocia. Tras Falkirk, Wallace evitó enfrentamientos a gran escala y se dedicó a la guerra de guerrillas. También buscó apoyo internacional, viajando posiblemente a Francia y Roma para pedir ayuda contra Inglaterra. Sin embargo, su influencia disminuyó a medida que otros líderes, como Robert the Bruce, ganaban protagonismo. En 1305, Wallace fue traicionado (posiblemente por un noble escocés, Sir John Menteith) y capturado cerca de Glasgow. Fue llevado a Londres, donde enfrentó un juicio por traición. Eduardo I, decidido a hacer un ejemplo de él, lo condenó a una muerte brutal: el 23 de agosto de 1305, Wallace fue ahorcado, destripado, descuartizado y decapitado. Sus restos fueron exhibidos en varias ciudades como advertencia a otros rebeldes. Aunque Wallace no logró la independencia de Escocia, su resistencia inspiró a generaciones futuras. Robert the Bruce, influenciado por su ejemplo, lideró a Escocia hacia la victoria en Bannockburn (1314) y aseguró la independencia del país. La figura de Wallace se convirtió en un símbolo de la lucha por la libertad, especialmente tras el poema épico de Blind Harry (c. 1470), que embelleció su historia con detalles como su romance con Marion y su heroísmo exagerado. La película Braveheart (1995), dirigida por Mel Gibson, popularizó a Wallace a nivel mundial, pero incluye muchas inexactitudes históricas, como la batalla de Stirling sin puente, el romance con la princesa francesa Isabel (imposible cronológicamente) y la pintura facial azul, que no era una práctica de la época.
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