martes, 29 de noviembre de 2016

🌊 En el año 1913, la Playa de Miramar ofrecía una postal encantadora y ordenada, reflejo de una ciudad balnearia en pleno desarrollo turístico.



En el fondo de la playa se distinguían cuatro casillas de madera, típicas de la época. Dos pertenecían a hoteles, probablemente usados por huéspedes para cambiarse o guardar pertenencias. Las otras dos eran de particulares, alquiladas por familias que pasaban la temporada en la costa. Estas casillas eran estructuras sencillas, elevadas sobre pilotes, con techos a dos aguas y cortinas que ondeaban con la brisa marina. Justo delante de las casillas se extendía la Rambla, un paseo costero de dos cuadras de longitud. Era un espacio de encuentro social, donde las familias caminaban, conversaban y disfrutaban del aire salino. La rambla estaba construida con madera y barandas ornamentales, y conectaba los sectores más concurridos de la playa. En 1913, Miramar ya se perfilaba como un destino turístico emergente en la provincia de Buenos Aires. La ciudad comenzaba a recibir visitantes de clase media y alta, atraídos por la tranquilidad, el mar y la posibilidad de veranear lejos del bullicio urbano. Las casillas y la rambla eran símbolos de ese nuevo estilo de vida costero, donde el ocio y la elegancia se mezclaban con la naturaleza.

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