miércoles, 30 de noviembre de 2016

🌊 En el Buenos Aires de 1917, el Riachuelo era mucho más que un curso de agua: era un eje industrial, cultural y urbano que marcaba el pulso del sur de la ciudad. Su tramo final, antes de desembocar en el Río de la Plata, estaba cargado de actividad y simbolismo. Argentina


Inaugurado en 1914, este puente era una maravilla de ingeniería: un transbordador suspendido que permitía cruzar el Riachuelo entre La Boca y Isla Maciel sin interrumpir el tráfico fluvial. Fue construido por el Ferrocarril del Sud y llegó a transportar hasta 17.000 personas por día, principalmente obreros que trabajaban en los astilleros y fábricas de la zona. Su silueta metálica se convirtió en un ícono del paisaje urbano, retratado por artistas como Benito Quinquela Martín, que vivía a pocos metros. En esa época, el Riachuelo era navegable y albergaba saladeros, curtiembres y astilleros, aunque ya comenzaban los problemas de contaminación. El proyecto del canal industrial, sancionado en 1888, buscaba expandir la actividad portuaria y manufacturera en sus márgenes. Este rincón de Buenos Aires en 1917 era un crisol de inmigración, trabajo y arte. El puente Avellaneda y la Vuelta de Rocha no solo conectaban orillas, sino también historias.

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