lunes, 18 de agosto de 2025

1923 - “¿Sabías que el vino mendocino viajaba en tren? Mirá esta imagen de época”


En 1923, Mendoza vivía una etapa clave en la consolidación de su perfil vitivinícola. La provincia ya era considerada el corazón del vino argentino, con una producción que superaba los 75 millones de galones anuales. El paisaje estaba dominado por viñedos, chimeneas de bodegas y filas interminables de bordalesas —toneles de roble de 225 litros— que aguardaban su traslado. Las bordalesas eran cargadas en vagones ferroviarios que partían desde estaciones como Palmira, Maipú o Godoy Cruz. Los grandes centros de consumo como Buenos Aires, Rosario y Córdoba, donde el vino se distribuía en almacenes y pulperías. El tren era clave para abarataba costos, conectaba regiones y permitía que el vino mendocino llegara fresco y en volumen. La industria vitivinícola estaba marcada por tensiones entre viñateros, bodegueros y comerciantes, especialmente por el precio de la uva y del vino. Mendoza atravesaba una crisis económica y política, pero el vino sostenía gran parte de la recaudación provincial. La llegada de inmigrantes europeos (italianos, españoles, franceses) aportó saberes técnicos y consolidó el modelo de bodega moderna. La fotografía muestra una escena típica de la época: barriles alineados frente a una bodega con chimenea, símbolo del auge industrial. Es un testimonio visual del vínculo entre paisaje, trabajo y cultura.
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