domingo, 3 de agosto de 2025

José de San Martín y el vino mendocino: una broma con sabor a historia. Durante una cena en Mendoza, José de San Martín puso a prueba a dos invitados distinguidos con una ingeniosa broma sobre vinos. (por Luciana Sabina)


Durante una de sus prolongadas estancias en Mendoza, José de San Martín recibió la visita de dos figuras destacadas que venían desde Chile rumbo a Buenos Aires: el colombiano Mosquera y don Antonio Arcos, quien había sido su jefe de Ingenieros en la epopeya del cruce de los Andes. Ambos llegaban para reencontrarse con el Libertador, sin sospechar que estaban a punto de protagonizar una de las anécdotas más memorables de su anfitrión. San Martín, agudo observador del carácter humano, percibió en sus invitados cierto desdén hacia lo americano y una idealización de todo lo europeo. No era algo inusual: muchos criollos educados en la época colonial compartían esa mirada teñida de prejuicios. Fiel a su estilo directo, pero también dotado de un humor sutil, el general decidió poner a prueba esos prejuicios con una ingeniosa broma enológica.

Las botellas olvidadas en la chacra de San Martín

Años atrás, antes de iniciar la campaña a Chile en 1817, San Martín había recibido de manos del productor José Godoy unas cincuenta botellas de vino moscatel, elaborado en tierras mendocinas. El vino era de excelente calidad, pero con el paso del tiempo y las prioridades de la guerra, aquellas botellas quedaron olvidadas en su chacra. Fue su mayordomo, Pedro Alvíncula Moyano, quien encontró recientemente una docena en buen estado y las llevó de regreso a la casa. A San Martín se le ocurrió entonces organizar una cena que terminaría siendo inolvidable. Tomó dos tipos de vino: uno auténticamente español, procedente de Málaga, y el otro, su moscatel cuyano. Pero intercambió las etiquetas: al vino español le colocó una etiqueta mendocina, mientras que al vino local lo presentó como si fuera europeo.

La cata y la gran revelación

Durante la cena, todo transcurrió con la cordialidad acostumbrada. Cuando llegó el postre, San Martín introdujo el juego: ofreció dos vinos diferentes a sus invitados y les pidió que los probaran con detenimiento. El primero fue el vino de Málaga con etiqueta mendocina. Los invitados lo olieron, lo observaron y bebieron con aire experto. Coincidieron en que era “aceptable, aunque algo falto de perfume”. Luego les sirvió el moscatel cuyano con etiqueta europea. Apenas lo probaron, sus rostros se iluminaron. “¡Qué diferencia! Esto es sublime, no tiene punto de comparación”, exclamaron, convencidos de estar ante un vino fino y auténtico del Viejo Mundo. Entonces, San Martín estalló en una carcajada. Les reveló que habían sido víctimas de un engaño cuidadosamente planificado: lo único que había cambiado era el rótulo, no el contenido. “Ustedes se dejan engañar por la etiqueta”, les dijo con una sonrisa, desmontando con humor los prejuicios que sus invitados traían desde el otro lado de la cordillera.

Una lección de identidad nacional

Este episodio fue narrado por el militar Manuel de Olazábal, testigo presencial del encuentro, y luego retomado por diversos autores como Ricardo Videla, Ana Lerdo de Tejada y los historiadores Fernández y Castagnino en el libro Guion sanmartiniano. También fue recuperado por Natalia Páez en Mitos y leyendas del vino argentino. Más allá del chiste elegante, la escena dejó una enseñanza profunda. San Martín no solo reivindicó con astucia la calidad del vino mendocino, sino que envió un mensaje que trasciende el tiempo: no hay que subestimar lo propio ni rendirse a los encantos de lo extranjero solo por inercia cultural.

Un San Martín terrenal y apasionado por su tierra

Esta historia permite asomarse a una faceta poco conocida del Libertador. No es el mármol solemne de las plazas, sino un hombre sensible, observador, con agudo sentido del humor y amor por su tierra. Supo jugar con las ideas, defender lo autóctono y utilizar el ingenio para hacer pensar. Con una simple broma de vinos, San Martín recordó a sus invitados —y a todos los que luego contarían esta historia— que lo nuestro también puede ser excelente, digno de orgullo y respeto. Y lo hizo, como tantas veces en su vida, sin levantar la voz, con inteligencia y buen gusto.

Fuente: https://www.losandes.com.ar/cultura/jose-san-martin-y-el-vino-mendocino-una-broma-sabor-historia-n5957570

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