Hacia 1880 la armada naval de los EEUU era notoriamente inferior a las de Francia, España, Rusia e Inglaterra, pero fue la compra del Acorazado "Riachuelo" por parte del Brasil que despertó temor en el presidente del comité de asuntos navales, Hilary A. Herbert. Este recomendó una inmediata renovación de la flota, que comenzó con el diseño del USS Maine y el USS Texas, por ser diseñados para operar desde los antiguos puertos americanos y el prolongado tiempo de construcción, cuando fueron botados ya eran obsoletos. El USS Maine tenía groseros errores de diseño, fue uno de los últimos barcos de guerra en llevar espolón de proa y el armamento dispuesto en "Eschelon" (escalonado en diagonal) lejos del centro de gravedad que deformaban el casco el disparar al mismo tiempo y si apuntaban todos hacia un lado el barco se escoraba peligrosamente. Pese a estos defectos, al estallar las revueltas cubanas contra España, el USS Maine fue destinado a La Habana para proteger los intereses económicos de los EEUU en la isla. La noche del 15 de Febrero de 1898 estando amarrado en el puerto de La Habana y cuando la mayor parte de su tripulación se encontraba durmiendo, se produjo una violenta explosión en su depósito de pólvora y municiones que destrozaron la proa provocando su hundimiento. En un principio se atribuyó la explosión a otro error de diseño, la proximidad del depósito de armas con una de las calderas, pero rápidamente surgieron teorías conspirativas. La muerte de 266 marineros despertó a la prensa amarillista encabezada por los inescrupulosos William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer que comenzó a agitar a la opinión pública culpando a España por acción u omisión. Como consecuencia de este hecho, 2 meses después estallaba la guerra "Hispano estadounidense" a nivel global que terminó con la derrota española y la pérdida de sus dominios en Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam.
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