martes, 8 de octubre de 2024

17 de Octubre de 1908. El Globo Pampero se pierde en el Mar. En la imagen los preparativos para el vuelo sin retorno.


Se escribió en 1908 una de las páginas más emocionantes de la historia aeronáutica del siglo. Era la época en que los argentinos parecían inspirados por la proximidad del Centenario de la gloriosa Revolución de Mayo. El espíritu patriótico animaba una juventud que rivalizaba en el cumplimiento de hazañas que enorgullecían al país. Eduardo Newbery, hermano de Jorge, era también un entusiasta de los deportes y si éstos eran peligrosos, más aún. Por eso gustaba de los viajes en globo que por entonces estaban en boga. El campo de la Sociedad Sportiva Argentina, donde también se jugaban los importantes partidos de fútbol de la época, era el escenario obligado para esa clase de pruebas. Allí se reunían los jóvenes que participaban en esa especie de conquista del aire que significaban los viajes en globo y de allí salían para realizar travesías, más o menos cortas, más o menos largas. Lo importante era desafiar al aire y vencerlo con los elementos con que se contaba en la época. Fue el 17 de octubre. Ese día, como decimos, se escribió una página emocionante y luctuosa. En el solar de la Sociedad Sportiva Argentina se preparaba el inflado del globo Pampero. en el que iba a efectuar una de las tantas ascensiones Eduardo Newbery, socio del flamante Aero Club. Eduardo Newbery había invitado a su amigo Tomás Owen, destacado yatchman. para que lo acompañara en el vuelo. Demandó varias horas la tarea de inflar el globo y por fin, cuando estuvo listo, el acompañante no llegaba, por lo que la partida se demoró. Cuando se tuvo la seguridad de que Tomás Owen no vendría para cumplir con la invitación, Newbery decidió realizar de todos modos el vuelo, al cual invitó al sargento Eduardo Romero, que procedía de El Palomar, para ponerse a las órdenes de Newbery, y había entregado a éste una canasta llena de palomas mensajeras. Romero no se hizo repetir la invitación. Como si la hubiera estado esperando, de un salto se encontraba ya dentro de la barquilla, listo para la aventura. Unos minutos más tarde el globo comenzó la ascensión. Los aeronautas son despedidos con jubilosas expresiones de entusiasmo por quienes se encontraban en el campo de la Sportiva. Los vecinos de Palermo y Belgrano subieron a las azoteas de sus domicilios para saludar a los viajeros, sin sospechar que ésa era la despedida definitiva. El globo se fue elevando hasta que se perdió de vista. Luego, la espera, la interminable espera, que, con el correr de las horas, se fue haciendo angustiosa. Y llegó la noche sin que se volvieran a tener noticias del Pampero. Ninguna de las palomas que Newbery había llevado regresó con el mensaje esperado. Ni una sola noticia. Ni esa noche ni en los días sucesivos. Nada; nunca más se volvió a saber del Pampero, desde aquella tarde. Toda la población de Buenos Aires, y aun del país, vivió horas angustiosas por la suerte de Newbery y Romero. Pero los días transcurrieron sin que llegara la noticia esperada. Sólo rumores. Alguien dijo que se le había avistado frente a las costas del Brasil, por lo que se supuso que había caído al mar. Algún tiempo después se dijo que cerca de Montevideo se habían hallado restos del Pampero. Pero, en concreto, nada. Lo único real, lo único trágico, es que el Pampero no volvió y que tampoco regresaron sus tripulantes. Después comenzaron a tejerse toda clase de relatos novelescos. Hubo muchos que escribieron sobre la probable suerte del Pampero y se hicieron eco de rumores, que no tenían fundamento alguno. Y pasaron los años sin que el misterio pudiera develarse. Desde entonces el nombre del Pampero y los de sus dos tripulantes quedaron como símbolo de la lucha del hombre por la conquista del aire, en la que luego habrían de ir cayendo muchos otros mártires de la aviación.

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