Desde que el presidente de Alemania Paul von Hindenburg cediera a las presiones y el 30 de Enero de 1933 nombrara canciller a Adolf Hitler (El partido Nazi tenía mayoría simple en el parlamento), los acontecimientos se aceleraron de tal manera que cuando el pueblo y la oposición se dieron cuenta ya era tarde. Hitler solo contaba con el apoyo de apenas el 30% del parlamento y para las elecciones programadas para el 5 de Marzo no había expectativas que esto cambiara dejándolo sin margen de maniobra exponiéndolo al destino de renuncia anticipada como sus tres predecesores. Pero el 27 de Febrero todo cambió, un voraz incendio intencional devoró el Reichstag, pese a que los culpables aún son una incógnita, a pedido de Hitler, Hindenburg culpó a los líderes del partido comunista, los cuales fueron detenidos impidiéndosele participar en las siguientes elecciones. Al día siguiente se le dio un golpe a la democracia cuando se aprobó en tiempo récord el "Decreto del incendio del Reichstag" que cercenaron derechos ciudadanos que estaban consagrados en la Constitución de Weimar dando vía libre a persecuciones y detenciones. En las elecciones del 5 de Marzo el partido Nazi obtuvo el 44% que sumados al 8% de su fiel aliado "Deutschnationale Volkspartei" le daba a Hitler una oportunidad. Cuando se aseguró que los católicos no serían objeto de presiones ni persecuciones le abrieron el camino a la estocada final a la libertad. En la sesión del 23 de Marzo de 1933 se aprobó por escaso margen la "Ley para solucionar los peligros que acechan al Pueblo y al Estado" más conocida como la "Ley Habilitante de 1933", estas leyes dictatoriales disfrazadas de regulación de actividades ilegales marcó el fin de la vigencia de su Constitución y de la democracia en la República de Weimar. En pocos años se disolvieron los partidos políticos a excepción del Nazi, hecho que permitió en 1937 declarar a la Ley habilitante vigente a perpetuidad.
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