Juan Pi nació en Ginebra el 19 de febrero de 1875. Pertenecía a una familia burguesa de origen catalán. Su abuelo era dueño de una fábrica de corchos y, según versiones de sus familiares, el mayor exportador de la ciudad. Su padre, Baldomero Pi, fue cónsul español en Ginebra hasta que adoptó la nacionalidad suiza; su madre, Stéphanie, era francesa. La familia incluía a dos hermanas mayores, Marie y Alphonsine. Jean asistió a los mejores colegios, en los que se hizo notar por su mala conducta y su carácter díscolo, renuente a la severa disciplina escolar de aquellos tiempos. Sucesivas expulsiones resignaron a su padre a incorporarlo a la empresa familiar antes de terminar sus estudios. Hacia 1896 la firma Pi recibió un pedido desde Rosario, en la Argentina. La operación aparentaba ser de tal magnitud que se decidió enviar a Jean para que la supervisara. El resultado del viaje fue descubrir que el cliente no era confiable, por lo que el negocio no se concretó, pero Jean, en lugar de regresar, decidió quedarse en el país. Estuvo poco tiempo en Rosario. Por lo menos a partir de junio de 1897 vivió en Buenos Aires, donde excepto un período de un año y medio, que pasó en una isla del Delta con un amigo permaneció hasta 1903, fecha en que llegó a San Rafael, en el sur de Mendoza. Sus descendientes aseguran que Buenos Aires, la luz de Buenos Aires, cautivó a Pi y lo retuvo en la Argentina. Aunque seguramente sus razones para no regresar a Europa fueron múltiples, esta explicación, que indica una personalidad singularmente sensible a los estímulos visuales, es coherente con otra anécdota familiar: cuando sus hijos le preguntaban por qué había dejado las bellezas naturales de Suiza, respondía: porque los atardeceres de San Rafael son los más hermosos, son únicos. No está claro cuándo Pi se acercó a la fotografía. Durante sus años de Buenos Aires transitó por diversos oficios, entre ellos el de fotógrafo, que probablemente ejerció de modo ocasional y sin estudio instalado. Sabemos. por otro lado, que dibujaba desde joven: se conserva un Album que fuera suyo, con poemas diversos, dibujos propios y vistas fotográficas de autor incierto. Aparentemente, el dibujo, más las perentorias necesidades de la supervivencia, llevaron a Pi a la fotografía. Cuando vi que algunos paisajes me daban buena impresión en la placa, me entusiasmé: compré los cuatro libros de Dillaye y estudié; compré mejores máquinas, tiré una enormidad de pesos en pruebas y ensayos, y un día me di cuenta de que después de haber probado diez u once oficios este era el que más me gustaba y en el cual podría progresar. Entre esa decena de oficios, trabajó durante más de un año en uno que le permitió conocer la región donde terminaría instalándose: encargado de coche-comedor ferroviario. Seguramente viajando en tal carácter se enteró de que franceses residentes en San Rafael promovían la radicación de colonos y el tendido ferroviario hasta dicha ciudad. Fue atraído por esa propaganda, por la presencia de una colonia francesa importante, y por la centenaria leyenda del oro de los incas y la ciudad de los Césares, los cuales como le aseguró alguien que le confió o vendió un plano- habrían estado en la zona de Malargüe. Pi se entusiasmó, pero ni bien llegó al sitio comprobó el engaño. Pero Pi no era un insensato. Para estable- cerse en San Rafael resolvió explotar un negocio formal: abrió un estudio fotográfico en la entonces pequeña villa, aislada en medio del desierto precordillerano pero con perspectivas estimulantes por la inminente llegada del ferrocarril. Antes se había casado en Buenos Aires con Florentina Widermann, de ascendencia austríaca. La decisión de mudarse a mil kilómetros de la capital y cambiar de profesión no fue improvisada, aunque tuvo, sin duda, el sentido romántico, propio de aquellos tiempos, de la marcha hacia la frontera y el inicio de una vida nueva
Bienvenidos al sitio con mayor cantidad de Fotos antiguas de la provincia de Mendoza, Argentina. (mendozantigua@gmail.com) Para las nuevas generaciones, no se olviden que para que Uds. vivan como viven y tengan lo que tienen, primero fue necesario que pase y exista lo que existió... que importante sería que lo comprendan
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miércoles, 13 de marzo de 2024
Juan Pí en pose, en su estudio fotográfico. (autorretrato realizado con la colaboración de su hijo Juanito) c.1928.San Rafael. Mendoza
Juan Pi nació en Ginebra el 19 de febrero de 1875. Pertenecía a una familia burguesa de origen catalán. Su abuelo era dueño de una fábrica de corchos y, según versiones de sus familiares, el mayor exportador de la ciudad. Su padre, Baldomero Pi, fue cónsul español en Ginebra hasta que adoptó la nacionalidad suiza; su madre, Stéphanie, era francesa. La familia incluía a dos hermanas mayores, Marie y Alphonsine. Jean asistió a los mejores colegios, en los que se hizo notar por su mala conducta y su carácter díscolo, renuente a la severa disciplina escolar de aquellos tiempos. Sucesivas expulsiones resignaron a su padre a incorporarlo a la empresa familiar antes de terminar sus estudios. Hacia 1896 la firma Pi recibió un pedido desde Rosario, en la Argentina. La operación aparentaba ser de tal magnitud que se decidió enviar a Jean para que la supervisara. El resultado del viaje fue descubrir que el cliente no era confiable, por lo que el negocio no se concretó, pero Jean, en lugar de regresar, decidió quedarse en el país. Estuvo poco tiempo en Rosario. Por lo menos a partir de junio de 1897 vivió en Buenos Aires, donde excepto un período de un año y medio, que pasó en una isla del Delta con un amigo permaneció hasta 1903, fecha en que llegó a San Rafael, en el sur de Mendoza. Sus descendientes aseguran que Buenos Aires, la luz de Buenos Aires, cautivó a Pi y lo retuvo en la Argentina. Aunque seguramente sus razones para no regresar a Europa fueron múltiples, esta explicación, que indica una personalidad singularmente sensible a los estímulos visuales, es coherente con otra anécdota familiar: cuando sus hijos le preguntaban por qué había dejado las bellezas naturales de Suiza, respondía: porque los atardeceres de San Rafael son los más hermosos, son únicos. No está claro cuándo Pi se acercó a la fotografía. Durante sus años de Buenos Aires transitó por diversos oficios, entre ellos el de fotógrafo, que probablemente ejerció de modo ocasional y sin estudio instalado. Sabemos. por otro lado, que dibujaba desde joven: se conserva un Album que fuera suyo, con poemas diversos, dibujos propios y vistas fotográficas de autor incierto. Aparentemente, el dibujo, más las perentorias necesidades de la supervivencia, llevaron a Pi a la fotografía. Cuando vi que algunos paisajes me daban buena impresión en la placa, me entusiasmé: compré los cuatro libros de Dillaye y estudié; compré mejores máquinas, tiré una enormidad de pesos en pruebas y ensayos, y un día me di cuenta de que después de haber probado diez u once oficios este era el que más me gustaba y en el cual podría progresar. Entre esa decena de oficios, trabajó durante más de un año en uno que le permitió conocer la región donde terminaría instalándose: encargado de coche-comedor ferroviario. Seguramente viajando en tal carácter se enteró de que franceses residentes en San Rafael promovían la radicación de colonos y el tendido ferroviario hasta dicha ciudad. Fue atraído por esa propaganda, por la presencia de una colonia francesa importante, y por la centenaria leyenda del oro de los incas y la ciudad de los Césares, los cuales como le aseguró alguien que le confió o vendió un plano- habrían estado en la zona de Malargüe. Pi se entusiasmó, pero ni bien llegó al sitio comprobó el engaño. Pero Pi no era un insensato. Para estable- cerse en San Rafael resolvió explotar un negocio formal: abrió un estudio fotográfico en la entonces pequeña villa, aislada en medio del desierto precordillerano pero con perspectivas estimulantes por la inminente llegada del ferrocarril. Antes se había casado en Buenos Aires con Florentina Widermann, de ascendencia austríaca. La decisión de mudarse a mil kilómetros de la capital y cambiar de profesión no fue improvisada, aunque tuvo, sin duda, el sentido romántico, propio de aquellos tiempos, de la marcha hacia la frontera y el inicio de una vida nueva
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