Ascensores en la montaña: el hotel tenía dos torres con ascensores, uno conectaba directamente con la estación del Ferrocarril Trasandino y el otro descendía a los baños termales. ¡Una proeza tecnológica para la época
Emanotorio único en Sudamérica: una cavidad natural en la roca emitía vapores curativos. Se lo llamaba Emanotorio y era recomendado para afecciones respiratorias. Su existencia era tan singular que no había otro igual en todo el continente.
Vestimenta obligatoria en el comedor: los huéspedes debían asistir a los restaurantes con saco, incluso si no tenían uno, el hotel lo prestaba. Estaba prohibido entrar con traje de baño o ropa de playa.
Casino y salón de baile en plena cordillera: el hotel contaba con un casino y salones donde se organizaban bailes de gala. Era habitual ver a la élite porteña y cordobesa danzando bajo las estrellas mendocinas.
Presencias ilustres: entre los visitantes se contaron presidentes como Marcelo T. de Alvear y escritores como Adolfo Bioy Casares, quien recordaba sus veranos allí como “la frívola Cacheuta, arrasada por el antiguo feroz torrente”.
Tragedia natural: en 1934, un aluvión provocado por el desborde de una laguna glaciar arrasó gran parte del hotel. La ola tenía 7 metros de altura y avanzó a 35 km/h, destruyendo instalaciones y marcando el fin de su época dorada
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