Giuseppe Fortunino Francesco Verdi nació en Le Roncole, Ducado de Parma, en 1813, en el seno de una familia modesta. Su talento precoz lo llevó a estudiar música en Busseto bajo la tutela de Ferdinando Provesi, y a los pocos años ya era organista de su iglesia natal. Su carrera despegó con fuerza en 1842, cuando estrenó Nabucco en La Scala de Milán. El coro “Va pensiero”, que evoca el lamento de los esclavos hebreos, se convirtió en un himno no oficial del resurgimiento italiano, y en símbolo de la lucha por la unificación. Verdi, sin proponérselo, se volvió la voz del pueblo. Con el prestigio ganado, adoptó un estilo más audaz, exigiendo a libretistas y músicos una entrega total. Su carácter fuerte se reflejó en obras como Macbeth, donde la tensión dramática alcanzó nuevas alturas. En medio de una profunda crisis personal por la muerte de su esposa y su hija, compuso sus tres óperas más populares: Rigoletto, La Traviata e Il Trovatore, que lo consagraron definitivamente. Ya recuperado, entregó obras monumentales como Aida y Otello, y se acercó a lo litúrgico con su Réquiem y Te Deum. También compuso el Himno de las Naciones, una pieza caprichosa que entrelaza los himnos de Italia, Francia, Inglaterra y EE.UU., reflejando su visión cosmopolita. Verdi murió en Milán el 27 de enero de 1901 tras un derrame cerebral. Su entierro fue multitudinario: miles de personas entonaron espontáneamente “Va pensiero”, como despedida al hombre que había dado voz a sus esperanzas. Su legado se amplificó con la fundación de la Casa Verdi, un hogar para músicos jubilados, financiado con su fortuna. Incluso su nombre fue usado como acrónimo político clandestino: VERDI significaba Vittorio Emmanuele Re D’Italia, símbolo de la causa unificadora. Así, Verdi no solo compuso óperas: compuso nación. #Verdi1813 #VaPensiero #ÓperaYPatria #CasaVerdi #ArchivoLírico #Mendozantigua
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