miércoles, 5 de marzo de 2025

Cuando hubo una Fiesta del Vino. En 1959, la situación nacional obligó a realizar una celebración con todos sus capítulos pero más discretos y sin el brillo que ya eran habituales en el festejo. Mendoza


La Fiesta de la Vendimia sorteó en su historia varias crisis. Algunas obligaron a suspenderla y otras a achicar sus proporciones. De estas últimas sin duda la más representativa fue la de 1959, cuando los mendocinos debieron conformarse con la Fiesta del Vino. Aunque tuvo todos los capítulos principales de la celebración, fueron en menor escala que la habitual y se centralizaron en la explanada de la Casa de Gobierno, a la fecha el edificio público más espectacular de Mendoza. "Hay que pasar el invierno" Aquel año la situación nacional llevó a las autoridades a imponer un plan de estabilidad, con una serie de medidas de austeridad que obligaron al gobernador Ernesto Ueltschi a realizar una jubilación en masa en la Administración Pública y recortar cargos docentes y en la salud. No obstante, se decidió no suspender la Vendimia (que ya había sido levantada en 1956) y en cambio se hizo la Fiesta del Vino, organizada por el Instituto Cuyano de Rehabilitación del Inválido y Lucha contra la Parálisis Infantil y el patrocinio del Ejecutivo local. Aquella "Semana de festejos vendimiales tuvo su Bendición de los Frutos la mañana del sábado 21 de marzo. Arrancó con una procesión con la imagen de la Virgen de la Carrodilla a la cabeza, que fue por avenida San Martín desde la iglesia de San Nicolás hasta el costado oeste de la Casa de Gobierno, donde se siguieron los ritos habituales. Mientras el pueblo se fue a dormir la siesta, los funcionarios y empresarios se fueron al almuerzo de las fuerzas vivas. A las 22, en el Club San Martín fue el Baile de las Reinas. Vía Blanca con nada de Luz. El domingo a las 19.30 se realizó lo que se podía calificar una "Vía Blanca franciscana". Por avenida San Martín, desde Rivadavia y hasta Godoy Cruz, las reinas departamentales desfilaron sobre jeeps. Hicieron el recorrido de ida y vuelta, para terminar frente a la Casa de Gobierno. Apenas duró unos minutos y cuando concluyó el público no se desconcentró esperando un segundo plato, que nunca llegó. Los medios destacaron la falta de brillo, que ni siquiera pudieron darle la orquesta ubicada sobre una tarima en San Martín y Necochea o el desfile de motocicletas que sirvió de prólogo. También señalaron lo triste que resultó ver a las reinas solas sobre el vehículo, apenas con una banda y una coronita y tirando flores. Sólo resaltó Rivadavia, que a diferencia de las otras comunas había dado el boato acostumbrado a sus festejos. Su reina paseó sobre una gran góndola.  Para el Acto Central no hubo gran escenario. El escenógrafo Enrique Sobisch debió hacer pininos con pocos dispositivos escénicos, reutilizando el diseño de la estructura central de la Casa de Gobierno, para lo cual las escalinatas, rampas y jardines le vinieron al pelo. A su vez, el trono de la reina se ubicó en el balcón del pórtico, con acceso por el interior, y una gran corona encima. Pautado para las 22 de aquel domingo, comenzó 50 minutos más tarde ya que cuando el público terminó de llegar aún había obreros armando la escena. Fue un show de teatro-ballet a cargo de más de 300 personas, entre artistas y técnicos. El guión, de Abelardo Vázquez y Alberto Rodríguez (h), con este último como director, contaba el itinerario del vino a través de los pueblos y su incidencia sobre Mendoza. Si bien no era original, lo genial fue elegir el tono de farsa para desarrollar la trama, como un modo de levantar el ánimo del público y cumplir con eso de que "si hay miseria, que no se note". También hubo algo de crítica a lo social y a la situación de la vitivinicultura. En términos artísticos todo fue más que discreto. A la gente le gustó. Sobre todo la aparición de un gigantesco barco pirata que lanzaba cañonazos. Entre los momentos humorísticos, fue muy festejado aquel en que un italiano, un español, un árabe y hasta un chino se disputaban quién había hecho la historia de América; entonces, entró a escena un gauchito, quien tímidamente dijo: "Disculpen, no, Mandaba a decir mi tata que si no han dejado un cachito de historia para nosotros (Fabián Sevilla, para Diario Uno)

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