La escena es más que una reunión entre amigos: es una postal íntima del modo en que Fernando Fader, uno de los grandes pintores argentinos, vivía y creaba en sus últimos años. El vehículo que aparece en la imagen —su famoso Ford T modificado, apodado cariñosamente “el Forcito Taller”— no era solo transporte: era casa, estudio y refugio artístico. Fader se instaló en Loza Corral, Córdoba, en 1916, buscando alivio para su tuberculosis en el aire serrano. A pesar de su enfermedad, siguió pintando con intensidad, recorriendo los pueblos del norte cordobés como Ischilín, Caminiaga, Pocho y San Francisco del Chañar. Para ello, adaptó su Ford como un taller móvil: llevaba lienzos, óleos, pinceles y hasta dormía dentro del vehículo si el clima lo sorprendía. “A veces me ha sorprendido la noche en medio de mi labor interminada, entonces me he quedado a dormir dentro del auto, a veces una semana, hasta sorprender la hora o el minuto propicio en el estado de ánimo de la naturaleza.” —Fernando Fader. En sus recorridas lo acompañaban vecinos, amigos y modelos espontáneos, muchos de los cuales aparecen en sus obras. La imagen muestra una reunión al aire libre, probablemente durante una pausa en sus campañas pictóricas. Se percibe camaradería, rusticidad y el espíritu bohemio que caracterizaba sus jornadas. Gracias a este método, Fader produjo algunas de sus obras más luminosas y atmosféricas, como Sol en Caminiaga, La Candelaria o Pocho. El Forcito se convirtió en símbolo de su resiliencia creativa: un artista que, pese a la enfermedad y el aislamiento, siguió buscando la luz en los paisajes cordobeses.
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miércoles, 23 de julio de 2025
🚗🎨 Fernando Fader y su “Forcito Taller”: arte en movimiento por Córdoba
La escena es más que una reunión entre amigos: es una postal íntima del modo en que Fernando Fader, uno de los grandes pintores argentinos, vivía y creaba en sus últimos años. El vehículo que aparece en la imagen —su famoso Ford T modificado, apodado cariñosamente “el Forcito Taller”— no era solo transporte: era casa, estudio y refugio artístico. Fader se instaló en Loza Corral, Córdoba, en 1916, buscando alivio para su tuberculosis en el aire serrano. A pesar de su enfermedad, siguió pintando con intensidad, recorriendo los pueblos del norte cordobés como Ischilín, Caminiaga, Pocho y San Francisco del Chañar. Para ello, adaptó su Ford como un taller móvil: llevaba lienzos, óleos, pinceles y hasta dormía dentro del vehículo si el clima lo sorprendía. “A veces me ha sorprendido la noche en medio de mi labor interminada, entonces me he quedado a dormir dentro del auto, a veces una semana, hasta sorprender la hora o el minuto propicio en el estado de ánimo de la naturaleza.” —Fernando Fader. En sus recorridas lo acompañaban vecinos, amigos y modelos espontáneos, muchos de los cuales aparecen en sus obras. La imagen muestra una reunión al aire libre, probablemente durante una pausa en sus campañas pictóricas. Se percibe camaradería, rusticidad y el espíritu bohemio que caracterizaba sus jornadas. Gracias a este método, Fader produjo algunas de sus obras más luminosas y atmosféricas, como Sol en Caminiaga, La Candelaria o Pocho. El Forcito se convirtió en símbolo de su resiliencia creativa: un artista que, pese a la enfermedad y el aislamiento, siguió buscando la luz en los paisajes cordobeses.
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