en Pampa y Miñones (1967) Buenos Aires
El entusiasmo por la aviación en el Río de la Plata comenzó en 1910 cuando un grupo de pilotos franceses e italianos realizaron demostraciones de vuelo en Villa Lugano y El Palomar. En el caso de Teodoro Fels, venía soñando con los aviones desde el día que los conoció durante un viaje a Europa. A nuestro héroe le tocó hacer la colimba en el Regimiento 1ro. de Ingenieros, cuyo comandante era el general Enrique Mosconi, también simpatizante de la aviación.
Pocos días después de cumplir los 21 años, en mayo de 1912, el conscripto Fels rindió el examen de piloto civil. Para aprobarlo, debía despegar, hacer cinco “ochos” en el aire, aterrizar, volver a despegar, otra vez cinco “ochos” y aterrizar. Nuestro héroe fue aprobado con la mejor calificación. Le correspondió el registro número 11 y se convirtió en el más joven de los aviadores recibidos.
Era el tiempo de las hazañas aéreas y Fels quería cumplir una: volar desde Buenos Aires hasta Montevideo, unir las dos capitales, sin escalas. La idea lo obsesionaba hasta que un día se conoció una noticia que lo inquietó. Jorge Newbery había volado de Buenos Aires a Colonia. Fue el 23 de noviembre, siempre de 1912. El pionero había partido de El Palomar y, luego de 37 minutos de vuelo, había aterrizado en la Barra de San Juan, cerca de Colonia.
Fels comprendió que su instructor -Newbery le había tomado la prueba de los “ochos”- estaba a un paso de arrebatarle la gloria: si había cruzado el Río de la Plata hasta Colonia, era evidente que el próximo desafío sería unir las capitales. Por ese motivo, el joven aviador resolvió hacerlo antes, aun sin permiso.
El 1 de diciembre a las cinco de la mañana llegó a El Palomar con dos amigos, Carlos Borcosque y Juan F. Zuanich. Entre los tres se ingeniaron para llevar el avión desde el hangar a la pista. Fels tomó vuelo, avanzó hacia Dock Sud, cruzó el Plata y arribó a Montevideo luego de 2′ 20 horas. Aterrizó en Carrasco, donde hoy se encuentra el aeropuerto internacional.
La audacia de Fels se celebró en ambas orillas. Voló de regreso al día siguiente, bajó en Ensenada y tomó el tren en La Plata. Al arribar a Constitución, fue ovacionado por un multitud. Pasó por el diario La Prensa y luego fue a La Nación, donde lo aguardaban su madre y sus hermanas. En la redacción brindaron con champagne. Era un héroe. Pero Mosconi, apegado a las normas, lo castigó “por ausentarse del país sin pedir permiso”. Debía cumplir un arresto. Sin embargo, el presidente Sáenz Peña lo indultó y lo ascendió. En pocas horas, el conscripto Fels se convirtió en cabo. Menos mal. Porque lo mejor que puede pasarle a un piloto es que lo asciendan.
Fuente: http://blogs.lanacion.com.ar/historia-argentina/personalidades/teodoro-fels-el-heroe-castigado/