Este documento marcó el inicio de un movimiento que transformó la educación superior en Argentina y en toda América Latina. Los estudiantes exigían participación en el gobierno universitario, libertad de cátedra, concursos docentes transparentes y modernización académica. Fue una rebelión contra el autoritarismo y el elitismo que dominaban las universidades de la época. El Manifiesto no solo cambió la estructura universitaria, sino que también se convirtió en un símbolo de lucha por la democratización del conocimiento. Su influencia se extendió rápidamente a otras universidades del país y del continente, dando origen a lo que hoy conocemos como el Movimiento Reformista. Ese día, los estudiantes —que venían de tomar la Universidad Nacional de Córdoba tras semanas de huelga y protestas— lanzaron un mensaje poderoso, redactado con un tono casi revolucionario. En él, reclamaban una universidad libre de dogmas, con participación estudiantil en el gobierno académico y con profesores designados por mérito, no por favores políticos. Una de sus frases más famosas dice: "Los dolores que quedan son las libertades que faltan." Esa línea se convirtió en lema de generaciones enteras. Este movimiento no solo transformó las universidades argentinas, sino que inspiró movimientos similares en toda América Latina. Se trata de uno de los pocos movimientos estudiantiles que logró traducirse en reformas legales duraderas, como la inclusión de representantes estudiantiles en consejos directivos y la apertura del conocimiento a sectores sociales antes excluidos.
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