Hoy, que la comunicación es instantánea por medio de celulares y computadoras, que internet ha revolucionado el siglo XXI, que las redes sociales se agregaron al diálogo interpersonal, a los más jóvenes quizá les parezca ciencia ficción la manera en que nuestros abuelos se comunicaban.
Mas rápido que una tortuga
Hace doscientos años, las comunicaciones eran muy lentas. Tanto, que el correo tardaba más de 15 días en entregar una correspondencia que salía de Mendoza con destino a Buenos Aires. A eso se llamaba ‘correo extraordinario’ que era solamente para correspondencias oficiales y que trataban temas urgentes del gobierno. Las privadas venían en carreta y tardaban aproximadamente unos 45 días.
En aquella época se utilizaba un sistema de postas que estaban distribuidas a 30 kilómetros una de otra y era allí en donde se reponían los caballos para seguir el denominado “postillón” -persona que llevaba el correo- hacia el destino indicado. Por supuesto que los caminos no eran nada fáciles de transitar. Y a eso se sumaba el ataque de los indios y de algunos maleantes que andaban perdidos en el campo.
En Mendoza, la Administración de Correos se encontraba frente a la Plaza Mayor -hoy Pedro del Castillo-.
Comunicación para todos
A finales del siglo XIX, llegó el ferrocarril a Mendoza, que fue uno de los medios que revolucionó al mundo, tanto en el transporte como en la comunicación postal.
A través del tren, la comunicación se popularizó, ya que éste podía trasladar de un lugar a otro miles de cartas con cierta rapidez, puesto que tardaban unos días. Ahora no solamente el Estado era el único que tenía acceso rápidamente a la comunicación, sino también hasta el más humilde de los habitantes tenía derecho a ella.
Esto produjo un cambio muy importante en la estructura postal de nuestro país y por supuesto en Mendoza. Recordemos que las cartas o las esquelas, eran los únicos medios que se tenía de contacto con las personas.
Aparte del ferrocarril, vino acompañado otro sistema importantísimo llamado telégrafo que constaba de un manipulador que llevaba un impulso eléctrico a través de un código de tic llamado clave Morse -nombre de su inventor- Solamente muy pocos conocían y podían manejar este complejo pero instantáneo medio. Así nació también el telegrama.
Teléfonos para pocos
El teléfono llegó a Mendoza en 1885 y fue traído por la Empresa Marquat, que lo extendió por las zonas más céntricas de la ciudad.
La compañía se llamaba “Teléfonos de Mendoza” y estaba ubicada en la calle Unión (hoy peatonal Sarmiento) y 9 de Julio de Capital.
Al principio contaba con más de 100 usuarios que abonaban una suma de $ 6 al mes, una verdadera fortuna para esos tiempos.
Entrado el siglo XX, se produjo un importante avance técnico de este medio y pronto las empresas vieron el potencial comercial que esto produciría al abaratar costos y brindar un servicio para muchas personas.
En los años ‘50, ‘60 y ‘70 el uso del teléfono fijo se popularizó y todos podían hablar desde sus casas.
El cartero siempre llama dos veces
Desde hace varios años, con los nuevos adelantos técnicos, se ha perdido el escribir y enviar una carta. Verdaderamente era todo un rito: el trazo sobre papel y la lapicera elegida, una carta que luego se cerraba en un sobre para depositarla en el buzón de la estafeta. Existían tres forma de enviar una carta: simple, certificada y expreso. La primera tardaba una semana, con mucha suerte; la segunda, dos o tres días; la tercera, un día.
La carta pasaba por diferentes procesos y finalmente era el cartero que golpeaba la puerta de la casa trayendo las noticias.
Hola, ¿cómo estás?
Todo cambió en muy pocos años. La revolución digital nos hizo comprender que comunicarse hoy es cosa de segundos. El tener un teléfono móvil nos da cierta autonomía y rapidez en la comunicación; a ello se suma otra alternativa que son los mensajes de textos -las antiguas cartas o telegramas-. Además, en estos aparatitos podemos chatear -conectarnos y escribir con otra persona directamente- enviar fotos, videos, a través de internet.
Hoy, los niños y jóvenes no comprenden cómo el abuelo no entiende los alcances de un teléfono celular o, incluso, cómo no se prende a chatear o tener una red social. Es que antes, enviar un mensaje era algo tan delicado y especial que nadie ni siquiera soñaba con la posibilidad de que fuera instantáneo.
Carlos Campana - las2campanas@yahoo.com.ar
Fuente: http://www.losandes.com.ar/article/tunel-tiempo-chasqui-facebook...-509837