Entre las obras de ingeniería más famosas del mundo se encuentra el Puente de Brooklyn. Parte de su prestigio se basa en su indudable belleza, su revolución tecnológica, su perdurabilidad, su aparición en centenares de películas y porque los estadounidenses quieren que así sea. Yo agrego, porque se puede visitar... y gratis. Pero si hurgamos en su historia, más que prestigio, tiene prontuario. Las obras de infraestructura nacen de una necesidad de la ciudadanía, bueno justo esta no. Más bien nace de la de un millonario, un tal John Augustus Roebling. La pujante ciudad de New York quedaba aislada de sus vecinas Brooklyn y New Jersey cuando los duros inviernos congelaban los ríos que la rodean. Que las mercancías no llegaran a la ciudad, se la bancaban. Que los obreros no pudieran llegaran a las fábricas, se la bancaban. Pero que los millonarios no pudieran regresar de sus casas de fin de semana era intolerable. Así fue que el buen Roebling se quedó de seña en un muelle de Brooklyn mirando Manhattan y masticando bronca, ese día dijo '-Acá hace falta un puente'. Que él se dedicara a fabricar puentes es solo una casualidad. Que su mejor amigo fuera intimo de los alcalde de las ciudades de ambas orillas también. Lo que no era casualidad era que Roebling era el mejor 'Pontífice' (hacedor de puentes). Había desarrollado y perfeccionado la tecnología de cables de acero y ya tenía varios puentes en su haber. En menos que canta un gallo las ciudades apoyaron su proyecto, eso sí, nada de obra pública, me dan los verdes, yo lo construyo, yo cobro peaje y les devuelvo la inversión en cómodas cuotas. Lo que se dice, un capitalista hecho y derecho. Lo diseñó a gusto, y lo hizo muy bien. Acertó con el trazado, con la implantación, con la altura, con el ancho y la tecnología. Tal es así que 150 años después sigue siendo útil y arquitectónicamente muy atractivo. Sin dudas opaca a sus vecinos más modernos de Williamsburg, Queensboro y Manhattan. Este último solo le gusta a Woody Allen. Pero también tiene sus manchas, ya que desde su gestación fue mala onda. John Augustus Roebling no tuvo ni tiempo de festejar, 5 días después que le aprobaron el proyecto fue a ver el sitio del acceso desde Brooklyn. Cuando se bajaba el ferry le aplastó el pie contra el muelle y chau pie, pocos días después le dio tétanos y chau Roebling. Su hijo e ingeniero Washington Roebling se hizo cargo del inicio de las obras pero la yeta es hereditaria y debido a sus reiteradas inspecciones en los pozos de cimentación sufrió el síndrome de descompresión y chau Roebling segundo. No se murió pero la 'Enfermedad de los buzos' lo dejó postrado. Se compró un departamento con ventana al lugar de la obra y la mandaba a su esposa Emily Warren Roebling con las instrucciones para los capataces. Después de 13 años de trabajos Emily daba cátedra de ingeniería. Tal fue su importancia para la obra que su esposo y los alcaldes de ambas ciudades le cedieron el honor de inaugurarlo y ser la primera persona en cruzarlo. Pese a que se cobraba por subir era un acontecimiento para New York y se convirtió también en un paseo. Pero a la semana de ser abierto y con miles de personas sobre él, un pavote de aquellos hizo correr el rumor que con tanta gente arriba se podía caer. Se produjo una estampida que se cobró la vida de 12 personas. Para que no hubiera dudas de su resistencia se organizó un desfile de 21 elefantes, 7 camellos y 10 dromedarios.
Fuente: Pequeñas Piezas de la Historia
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