Si cuando tu cuñado cumple años perdés una tarde para conseguirle una regalo decente, cuando una nación cumple 100 años es lógico que le obsequien algo más importante que una camisa de liquidación. Muchos países que intentaron abortar el nacimiento de la Argentina en 1810 ahora se empujaban por cantarle el 'Feliz, feliz en tu día'. Argentina tuvo suerte porque su centenario fue antes de la primera guerra mundial y de la depresión, o sea que las tías europeas y el primo lejano del norte tenían plata para gastar. La mayoría de los regalos tuvieron que ser concensuadas con la homenajeada. Es que tenían que saber el talle, no de la cintura para mandarle una enagua, sino de las plazas para implantarlos. Es que los presentes no vendrían envueltos y con moños, vendrían en barcos, desarmados y algunos pesaban cientos de toneladas. Un viejo refrán dice que 'Un regalo debe estar a la altura de quien lo hace, no de quien lo recibe', así que vengan de a uno. Lo que aún me resulta curioso es que pese a que los regalos eran 'hacia la Argentina', todos los monumentos se quedaron en Buenos Aires. El mejor regalo vino del que más revolvía el estofado en el país, Inglaterra. Había construido y regenteaba los ferrocarriles y tenía beneficiosos contratos de exportación, 'beneficiosos' fue un sarcasmo. Así que bienvenida la 'Torre monumental' de Retiro, bella por donde se la mire. Los españoles también dieron la talla y nos mandaron el 'Monumento a la Carta Magna y las Cuatro Regiones Argentinas'. Aunque durante tres lustros hubo más tropiezos que avances. Los escultores Querol y Folguerolas estiraron la pata después de los primeros bocetos. Como para complicar las cosas, cuando se terminaron los mandaron en el buque Príncipe de Asturias que se hundió frente a las costas brasileñas. Hubo que hacerlas de nuevo y el monumento recién se inauguró 17 años tarde, pero valió la pena la espera, es bellísimo. Los franceses se llevan la medalla de bronce, con su monumento 'Francia a la Argentina' que se encuentra frente al Museo de Bellas artes. Los alemanes le encargaron a Gustav Adolf Bredow el monumento a la 'Riqueza agropecuaria argentina'. Si, leyeron bien, evidentemente no entendieron que se festejaba por estas latitudes. El Imperio Austroúngaro no mandó uno muy grande, pero si muy atractivo, la 'Columna del tiempo' que hoy se encuentra en el 'Jardín Botánico'. Los suizos se pasaron de excéntricos para principios del siglo XX y para resaltar la amistad entre las naciones mandaron una estatua con dos mujeres besándose. Siria no existía como nación, se la habían repartido los europeos, pero sus inmigrantes juntaron las pocas chirolas que tenían para un honroso monumento para el país que los había recibido. Bien por ellos. Los EEUU se hicieron un poco los distraídos y mandaron una escultura de George Washington, que si no la ponían en una base de mármol hoy no la vería nadie. Algún vándalo le pintó una 'A' de 'anarquía, yo creo que es de 'amarretes'. Por último dejamos a los italianos, que con una lista de personajes inolvidables de la historia se gastaron un dineral en una estatua de Colón. Artísticamente es un lujo, pero Colón?. A quien se le ocurre elegir a un ñato que pisó el continente 6 mil kilómetros al norte y escrituró todo a nombre de España. Debería ser porque los madrugamos y el monumento a Giuseppe Garibaldi ya lo habíamos hecho nosotros en 1904.
Fuente: Pequeñas Piezas de la Historia
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