Una tarde de octubre de 1517, un monje alemán en estado de emoción violenta se apersonó en la iglesia de Wittenberg. No preguntó por el cura, no buscaba perdón, ni misericordia y ni siquiera pasar al baño. Si el cura lo vio llegar seguro se escondió en la sacristía porque al visitante se le notaba lo cabreado. Sacó un papel, unos clavos y un martillo. Apoyó el papel en la puerta de la iglesia y a puro mazazo lo fijó con los clavos. Antes que pregunten, desconocemos que hizo con el martillo. Cuando el ofuscado monje se alejó el cura retiró el papel y lo leyó. Horrorizado se vio superado por el contenido y lo remitió a Roma. Tardó un tiempito en llegar, de todas maneras terminó hecho un bollo bajo la silla gestatoria papal. La carta había sido escrita por el fraile católico Martín Lutero. De joven tenía mejor humor y un inevitable destino de abogado, mas por presión de su padre que por vocación, Pero por culpa de una tormenta abrazó el cristianismo. Cosa que haría cualquiera que le caiga un rayo casi encima y se salvara. El julepe que se pegó le hizo replantear su futuro. Se desprendió de todos sus libros académicos y se internó en el monasterio agustino de Erfurt. Su vida se desarrollaba entre largas confesiones, peregrinajes, autoflagelaciones y prolongados ayunos. Luego de recibir el grado de bachiller en Estudios Bíblicos, se ordenó sacerdote y comenzó a enseñar Teología en la Universidad de Wittenberg. Se transformó en un erudito en griego y hebreo, luego de ser nombrado 'Doctor en Biblia' quedó a cargo de los 11 monasterios de la orden. Su profundo estudio de la Biblia lo hicieron reclamar por la vuelta a la esencia de las sagradas escrituras, sobre todo en los temas relacionados con la unción, el perdón y la salvación. El enojo de Lutero se basaba en que para ese entonces el Vaticano era un mamarracho. Los Papas tenían mas amantes que vergüenza, hijos por todo Roma y socios despreciables. Eran unos corruptos de atar, vendían influencias, perdones y negociaban soberanías en el extranjero. Lo que mas lo alteraba es que para el trayecto al cielo habían inventado la estación purgatorio y asi luego vender los pasajes sin escala. Lutero no había sido el primero que se había rebelado, pero al papa León X se le pasó algo por alto. Los 95 reclamos de Lutero clavados en aquella puerta no eran un original, era una copia de miles. Es que unos años antes un compatriota del monje, un tal Gutemberg había inventado la imprenta. El vaticano no pudo evitar que los airados y justos reclamos de Lutero se esparcieran como el aceite entre los monjes de toda Europa. La respuesta no se hizo esperar, Lutero fue excomulgado y debió vivir exiliado para su seguridad. Ya no importaba, había nacido la "Iglesia Protestante" y el Vaticano perdió la mitad del padrón.
Fuente: Pequeñas Piezas de la Historia
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