En 1912 comenzaron las obras para crear la primera de las dos diagonales que partían de la Plaza de Mayo de Buenos Aires. La imagen refleja cuando la Diagonal Norte estaba a punto de abrirse paso entre el Palacio Municipal y la Catedral. Vemos al clásico kiosco de la época: vendía cigarrillos, fósforos, diarios y revistas. Dos autos de alquiler aguardan pasajeros en esa esquina que era una clásica parada. La velocidad máxima permitida para circular por el microcentro era de 14 kilómetros por hora. A la derecha, parado en la plaza y mirando hacia la Catedral, vemos a un niño lustrabotas. Lleva la caja con una correa y está atento al llamado de algún cliente. La Plaza de Mayo era el punto de reunión de los lustrabotas y los canillitas. Allí se timbeaban la recaudación.
Daniel Balmaceda
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