"El Obelisco que estuvo a un paso de desaparecer: historia de un ícono porteño" (1939) Buenos Aires

El Obelisco, símbolo porteño, estuvo al borde de ser demolido apenas unos años después de su inauguración, generando una fuerte polémica entre los habitantes de Buenos Aires. En 1939 se desprendieron algunas lajas de su estructura, lo que motivó al Concejo Deliberante a ordenar su demolición. El 23 de mayo de 1936 se inauguró el Obelisco en el amplio espacio que surgió con la ampliación de la avenida Corrientes y la creación de la Avenida 9 de Julio. Tres años después, el martes 13 de junio de 1939, el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires resolvió “la inmediata demolición hasta el nivel del suelo” debido a la caída peligrosa de varias lajas que cubrían el monumento. Se estableció un plazo de diez días para ejecutar la orden, lo que provocó un intenso debate público. Por un lado, los defensores del diseño de Alberto Prebisch argumentaban razones prácticas, como el elevado costo de demolerlo y los escombros que se generarían. Además, señalaban otros beneficios: el Obelisco atraía a numerosos turistas, tanto de otras provincias argentinas como de países vecinos, y se había convertido en un punto de referencia inconfundible de la ciudad, al punto de que comercios lo mencionaban en sus anuncios como “frente al Obelisco” o “a metros del Obelisco”. En el otro extremo, quienes pedían su derribo lo calificaban de feo y peligroso para los transeúntes. No obstante, también había un trasfondo político: el intendente Mariano de Vedia y Mitre, responsable de la construcción e inauguración del monumento, mantenía una relación tensa con el Concejo. El martes 13 de junio de 1939, los miembros del cuerpo deliberativo votaron 23 a 3 (Molina Carranza, Rouco Oliva y Elena) a favor de eliminar al “intruso”, como llamaban al Obelisco. La disputa llegó al Congreso Nacional, donde el diputado por Santa Fe, Pío Pandolfo, defendió el monumento. Señaló que no se trataba de una obra pública sujeta al Concejo, sino de un monumento que “no puede estar a merced de los vaivenes de la pasión”. Según Pandolfo, correspondía al Estado Nacional decidir su destino. Desde el Ministerio de Obras Públicas de la Ciudad también se pronunciaron a favor del Obelisco. El doctor Nereo Giménez Melo sostuvo que “la erección del Obelisco se llevó a cabo como un monumento conmemorativo (tal como lo indican las inscripciones) y como homenaje del pueblo argentino, lo que requería la aprobación del Poder Ejecutivo Nacional”. Dado que solo el Congreso podía autorizar este tipo de homenajes, el futuro del Obelisco dependía de la Nación. Durante los diez días entre la ordenanza y la posible demolición, la tensión mediática fue intensa. El diario La Razón, que apoyaba la preservación del monumento, afirmaba que “esta obra fue consagrada por la voluntad popular, construida con ‘intención patriótica’ e inaugurada por un presidente de la Nación (Agustín P. Justo)”. En cambio, el diario socialista La Libertad sostenía que la obra era ilegal y fruto del capricho exclusivo de Vedia y Mitre. Finalmente, cuando se acercaba el plazo límite, el Poder Ejecutivo Nacional reafirmó su autoridad sobre el Obelisco, y el intendente Arturo Goyeneche vetó la ordenanza del martes 13 de junio. El monumento quedó a salvo. En 2011, fue incorporado al Patrimonio Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y hoy continúa erguido en la intersección de la Avenida 9 de Julio y Corrientes, celebrando año tras año su historia. #ObeliscoBuenosAires #HistoriaDeBA #IconoPorteño #MonumentoHistórico #ArquitecturaArgentina #AlbertoPrebisch #9DeJulio #Corrientes #PatrimonioCultural #BuenosAires #HistoriaUrbana #SímboloDeLaCiudad #LegadoArquitectónico #TurismoBA #CiudadDeBuenosAires #Mendozantigua