Esa frase, poderosa y filosófica, invita a reflexionar sobre cómo enfrentamos el dolor y los agravios. Vamos a desarrollarla: "Yo no hablo de venganzas ni perdones..." Esta primera parte establece una postura firme: no se entra en el terreno emocional del rencor ni del acto de perdonar. Se rechazan ambos extremos, como si fueran caras de la misma moneda — respuestas al daño que perpetúan el vínculo con lo ocurrido. "...el olvido es la única venganza y el único perdón." Aquí el olvido aparece como un acto más radical. No busca castigar ni absolver, sino anular. El olvido implica borrar al otro, al acto, a la herida misma. Es decir: si ya no ocupa espacio en la memoria, tampoco tiene poder sobre uno. Eso lo convierte en una forma de liberación definitiva.
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