miércoles, 9 de diciembre de 2020

El 9 de Diciembre de 1579, en Lima, Virreinato del Perú, nacía el fraile domínico peruano quién por su vida humilde fue conocido como el "Santo de la escoba", ese día llegaba al mundo Martín de Porres.

Nacido con el nombre de San Martín de Porres Velázquez, era hijo de Juan de Porres, un hidalgo español y Ana Velázquez, una horra (negra liberada), este hecho según las leyes del Virreinato impedía que se casaran por lo que Martín no fue criado en un hogar tradicional. Martín y su hermana Juana, crecieron con un padre ausente, por ello Ana tuvo que multiplicar sus esfuerzos ya que a una madre negra con dos hijos mulatos le era muy difícil llevar adelante un hogar. Criado en la fe cristiana aprendió los oficios de herborista y barbero, a los 15 años el teólogo Fray Juan de Lorenzana lo invita a ingresar en la Orden de Santo Domingo de Guzmán, aunque por ser hijo ilegítimo debía trabajar para pagar el alojamiento y su instrucción. Fue admitido como hermano de la orden en 1603, tres años mas tarde se ordenó como fraile profesando los votos de pobreza, castidad y obediencia. La mayor virtud de toda su vida fue la humildad, su vida desposeída de bienes materiales se basaba en servir al prójimo, en una ocasión el Prior del monasterio le comentó las penurias económicas que pasaba la institución, Martín le ofreció venderse como esclavo para conseguir dinero. Fundó el Asilo y Escuela de Santa Cruz donde daba asilo a vagos, huérfanos y limosneros, allí no se juzgaba a nadie, solo se los ayudaba, por esta obra Santa Rosa de Lima pidió conocerlo. El 3 de Noviembre de 1639 lo encontró la muerte en Ciudad de los Reyes, capital del Virreinato del Perú, una multitudinaria reunión popular acompañó su último peregrinaje hasta su cripta, todas las clases sociales estaban presentes para darle un último adiós. Se le atribuye el don de la bilocación ya que dicen haberlo conocido en México, Africa, China y Japón pese a que nunca salió de Perú, también se le atribuye el don de modificar el orden natural acelerando las germinaciones, aparición de frutos fuera de su estación o reunir en armonía a predadores y presas. Por sus dones de sanación el Papa Gregorio XVI lo beatificó en 1837 convirtiéndose en el primer "Santo mulato".


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