domingo, 14 de enero de 2018

Mendoza, la que acunó la libertad Aquí, un retrato histórico de los tiempos en que todo un pueblo se esforzó para proveer al Ejército de los Andes.

El país al que regresamos continuamente a través de homenajes a la Gesta Libertadora tuvo particularidades fascinantes y cotidianas que se pierden en el esplendor de la epopeya. Recorrerlo a través de los ojos de diversos viajeros nos acerca aun más al mismo, descubriéndonos agazapados en sus caminos polvorientos.  Hasta 1810 las provincias tenían un gran comercio e independencia económica. “Había industrias; en Buenos Aires ninguna”, apunta Mariquita Sánchez de Thompson. De Corrientes llegaban lienzos a la capital virreinal; de Córdoba, frazadas y ponchos; de Mendoza, unas alfombras muy requeridas, vino y gran cantidad de frutas secas.  Una de nuestras especialidades eran las pasas de uva secas a la sombra, eran verdes a la vista y muy requeridas. También enviábamos dulces, sumamente apreciados porque era complicado conseguir frutas durante algunas épocas del año. Además destacaban nuestras aceitunas, almendras y nueces.  Con la Revolución de 1810 “nos abrimos al mundo” y esto atrajo a muchos británicos. El fin mercantil detrás de las Invasiones Inglesas –producidas poco antes– cristalizó: nuestras tierras se llenaron de manufacturas británicas, ahogando la producción regional.  Esto –entre otras variables– generó una fuerte crisis en las economías locales. Sánchez de Thompson lo describe a la perfección en carta a su hija Florencia: “... Yo he conocido a estas provincias ricas, más industriosas que Buenos Aires. La Independencia ha sido para ellas una ruina”.  En la actualidad la innovación urbanística estrella son las bicisendas. Por entonces la novedad era otra: se colocaban postes unidos con sogas de cuero a lo largo de las aceras. Buscaban así salvaguardar la integridad física de los peatones cada vez que se desbocaba un caballo. Aunque no existían bocinas, la calle era sumamente ruidosa, ya que, debido a la falta de elásticos en los carros, se oía un rechinar constante y molesto. Fueron años de cambios en las costumbres, principalmente para Buenos Aires, debido a la apertura del puerto y la llegada masiva de elementos extranjeros.  Hasta aquí algunas generalidades, pero ¿cómo era nuestra provincia por entonces? La Mendoza testigo de San Martín fue retratada en crónicas de diversos extranjeros, cuya lectura resulta fascinante para quienes tenemos cierta debilidad por el terruño.  En este camino hallamos a sir Francis Bond Head, ingeniero militar que sirvió a la armada británica entre 1811 y 1825. Se encontraba en Edimburgo cuando –a mediados de la década de 1820– se le propuso hacerse cargo de una exploración de minas en las provincias del Río de la Plata. Llegó a estos parajes buscando plata en Uspallata. Sobre la ciudad escribió: “Mendoza –relata– es una ciudad pequeña y aseada. Todas las calles están trazadas en ángulo recto; hay una plaza cuadrada [actualmente: plaza Pedro del Castillo] en uno de cuyos lados se levanta un gran templo [actualmente: Ruinas de San Francisco] (...). Las casas son de una planta, todas las principales con puerta cochera que da al patio rodeado por habitaciones. 
“Las casas son de barro con techos del mismo material; las paredes blanqueadas le dan aspecto limpio, pero el interior, aunque blanqueado, parece un granero inglés (...). Tienen vidrios en las ventanas, pero la mayoría carece de ellos”.  Casi todos los hogares poseían pequeños negocios, los precios eran bajos –en comparación con otras zonas– y se vendían telas de origen británico.  Con la Revolución de 1810 nos abrimos al mundo y esto atrajo a muchos británicos. El fin mercantil detrás de las Invasiones Inglesas cristalizó y nuestras tierras se llenaron de manufacturas británicas.
Cómo se veía a los mendocinos
Sir Francis describió a los mendocinos como seres de “aspecto muy tranquilo y respetable”. Por entonces ocupaba la gobernación Juan de Dios Correas, a quien se refiere como un anciano con “maneras y aspecto de caballero; y varias hijas lindas”. Tiempo antes el general Juan Galo Lavalle coincidió con esta apreciación y desposó a una de ellas, Dolores, definida por Pastor Obligado como la “hermosa mendocina” de abundante cabellera negra, fisonomía delicada y dulzura en el trato.  Pero estas muchachas no fueron las únicas que llamaron la atención del visitante: “A las mujeres solamente se las ve de día sentadas en las ventanas en completo deshabillé, pero a la tarde van a la Alameda vestidas con muy buen gusto en traje de gala con cola, completamente al estilo de Londres o París”. Consideró a los habitantes de estas tierras el mejor ejemplo de amistad: “La manera en que toda la gente se reúne demuestra mucho sentimiento de bondad y compañerismo, y por cierto nunca vi menos rivalidad manifiesta en ningún otro lugar”. Pero también un paradigma en cuanto a pereza, debido a las grandes siestas.
“Era realmente singular –señala– pararse en una esquina y encontrar en todos los rumbos soledad tan completa en medio de una capital de provincia. El ruido producido al caminar era semejante al eco que se oye cuando uno se pasea solo por la nave de una iglesia o catedral, y la escena parecía de las desiertas calles de Pompeya (...). Al pasar por algunas casas siempre oía ronquidos”.
Sir Francis se aburrió desmedidamente y terminó asegurando que no había nada mejor para hacer en Mendoza que dormir. Aun así se dio un par de vueltas por la Alameda. “El paseo a menudo se ilumina de un modo sencillísimo con linternas de papel, en forma de estrellas, y alumbradas por una simple candela. Toca generalmente una banda de música (...). Siempre iba como extranjero cabal a la Alameda para tomar helados”. Los helados eran entonces una novedad llegada de Chile. Muchos los llamaban “nieves” y Buenos Aires aún no los conocía. En esta época los viajes se realizaban por motivos específicos, como científicos, laborales o militares. El turismo no existía y tuvo sus primeras expresiones recién a fines del siglo XIX. 
Los hospedajes no eran de lo mejor
Contentar al viajero no era prioridad y las condiciones de hospedaje dejaban mucho que desear. El inglés Peter Schmidtmeyer lo especificó en sus escritos. Sumamente decepcionado de su paso por Mendoza en 1821, encontró aquí lo mismo que en otras provincias, en un viaje desde Buenos Aires a Santiago de Chile.  Según su experiencia, el viajero no podía pretender nada bueno, ni amable: “Un refugio cerrado, una mesita sucia, una silla rota, un cuero en el suelo para acostarse, una pared agrietada y un techo podrido para ventilación es lo que puede esperar, y pronto los encontrará lujosos. Descenderá a este ‘cuarto del viajero’ (...) separado de la casa de la posta. A la noche se entrará allí su equipaje y raramente haya otra cosa para darle la bienvenida que pulgas, chinches y mosquitos (...). En cuanto al desayuno, su consistencia a menudo no excede en este país la de algunos mates y un cigarro (...). De noche hay que atrancar la puerta, si la hay, y tener armas de fuego listas por temor”.
Esta era la Mendoza desgastada por el esfuerzo de abastecer al Ejército de los Andes, ciudad simple pero adornada por laureles. Una capital lejana y polvorienta que no hacía mucha gracia a los extranjeros, pero de la que debemos estar orgullosos: acababa de parir libertad.
Fuente: http://losandes.com.ar/article/view?slug=mendoza-la-que-acuno-la-libertad
Por Luciana Sabina

Orden de José de San Martín dirigida al Fray Luis Beltrán, para la construcción de herraduras. Mendoza, 11 de noviembre de 1816.


Al Comandante General de Artillería
Disponga V. se construyan en la Maestranza del Estado mil pares de herraduras de caballo [...] mitad entre manos y pies. 
Dios guarde a V. muchos años.
Cuartel General de Mendoza, noviembre 11 de 1816.
José de San Martín

Steve Mcqueen en el set de Nevada Smith. (1966)


viernes, 12 de enero de 2018

Efemérides. 12 de enero: Día del trabajador pizzero. Foto: Pizzeria Las Cuartetas en calle Corrientes, Buenos Aires. Septiembre de 1958


El Carrito de las Novedades. (Ambulante) Ciudad Capital de Mendoza (año 1931)


Formación del primer equipo de l Club Sportivo Godoy Cruz. (año 1931) Mendoza

Integrantes: Castellani, Pozzoli, González, Artal, Suárez, Fernández, Ochoa, Otarola, Ferreira, Quinteros, García

Camión Regador de la Municipalidad de Godoy Cruz. Marca Ford, capacidad 2500 litros. (año 1931) Mendoza


Servicio que brindaba la empresa de Ómnibus CITA. Desde la Ciudad de Mendoza hacia el Parque General San Martín, haciendo un recorrido por este paseo. (año 1931)


Dúo Los Trovadores de Cuyo. Los celebrados cultores del folclore regionalista. Cuadros y Morales.


Aeródromo Presidente Rivadavia en Morón (provincia de Buenos Aires) la máquinas alistadas que participaron de la Gran carrera Interprovincial. (año 1932)


Armonía, Belleza y Líneas... La simetría de la posición de este grupo de lindas bataclanas. (año 1931) Mendoza


jueves, 11 de enero de 2018

En Octubre del año 1923 se inauguraba la Casa Departamental del departamento de Godoy Cruz. Mendoza


Efemérides. 10 de enero de 1957: Muere Gabriela Mistral, poetisa chilena y Premio Nobel de Literatura 1945.


Efemérides. 10 de Enero de 2011 Muere MARÍA ELENA WALSH


Hace 8 años moria María Elena Walsh, autora de la música y la letra de numerosas canciones infantiles.. María Elena Walsh fue una escritora, cantante y compositora argentina que nació el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, un suburbio de Buenos Aires.Hija de un trabajador ferroviario y cofundador del Club Ferro Carril Oeste. del cual Maria Eena fue simpaizate- Mientras estudiaba en la Escuela Nacional de Bellas Artes. 

Con tan sólo diecisiete años publicó su primer libro, Otoño imperdonable, un compendio de poesía que obtuvo el segundo lugar en el Premio Municipal de Poesía. Ya en 1945 había publicado sus primeros versos en la revista El Hogar y en La Nación. 

Tras visitar Estados Unidos, invitada por Juan Ramón Jiménez, Walsh se instaló en París cuatro años, formando con Leda Valladares un dúo que difundía el folclore argentino, época en la que empezó a escribir versos para niños. Comenzó también a escribir canciones para niños, obras de teatro y guiones para televisión. Sus obras infantiles destacaban por su trasfondo ideológico y crítico; Walsh huía de los estereotipos y de las palabras edulcoradas para tratar temas sociales y para criticar aspectos del mundo que la rodeaba. 

Denunció en repetidas ocasiones, a través de su música y literatura y a través de diversas colaboraciones periodísticas, la situación de su Argentina natal, y fue nombrada doctora honoris causa de la Universidad Nacional de Córdoba.

Sus libros, clásicos de la literatura infantil, han sido traducidos al francés, inglés, italiano, sueco y hebreo.

En 1991 fue galardonada con el Highly Commended del Premio Hans Christian Andersen de la IBBY y en 1995 recibió el Premio Mundial de Literatura José Martí.
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