En el mejor de los casos, la fotografía captura fragmentos fugaces que cristalizan la esperanza, la angustia, la maravilla y la alegría de la vida. Alfred Eisenstaedt, uno de los primeros cuatro fotógrafos contratados por la revista LIFE, hizo su misión "encontrar y captar el momento de contar historias". No tuvo que ir muy lejos cuando la Segunda Guerra Mundial terminó el 14 de agosto de 1945. Eisenstaedt pronto se encontró en el alegre tumulto de Times Square, sintiéndose de buen humor en las calles de la ciudad de Nueva York. Mientras buscaba temas, un marinero frente a él agarró a una enfermera, la echó hacia atrás y la besó. La fotografía de Eisenstaedt de ese apasionado ataque destilaba el alivio y la promesa de ese día trascendental en un solo momento de alegría desenfrenada (aunque algunos argumentan hoy que debería verse como un caso de agresión sexual). Su bella imagen se ha convertido en la imagen más famosa y reproducida con frecuencia del siglo XX, y constituye la base de nuestra memoria colectiva de ese momento transformador en la historia mundial. "La gente me dice que cuando esté en el cielo", dijo Eisenstaedt, "recordarán esta imagen".
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