Cuando las unidades de las "SS" entraron hace 70 años en el gueto de Varsovia, las calles estaban desiertas, pero numerosos combatientes judíos se escondían para luchar contra los nazis que venían a llevarlos a los campos de concentración.
Fue el 19 de abril de 1943, la noche de la pascua judía, cuando la resistencia liderada por Mordecai Anielewicz forzó la retirada de las tropas alemanas fuera del muro del gueto de Varsovia.
Los judíos estaban armados con pistolas y granadas de fabricación casera. Poco después, los nazis entraron al gueto y capturaron a 56.065 judíos y destruyeron 631 búnkeres.
Como símbolo de la victoria alemana, un líder de la policía del nazismo, Jürgen Stroop, ordenó destruir la Gran Sinagoga de la calle Tlomacki, el 16 de mayo de 1943.
Los alemanes trasladaron luego a los sobrevivientes a los campos de concentración de Treblinka, Sobibor, Chelmmo y Maidanek, donde miles de judíos serían exterminados en nombre de la "solución final" nazi.
"De hecho cuando se discutió la rebelión, se sabía que no iban derrotar a los alemanes. Pero el propio judío eligió su forma de morir y no que el alemán decidiera por él. De todos modos, sabían que estaban destinados al fracaso", dijo el profesor de Historia, especializado en el Holocausto, Abraham Zylberman.
El analista afirmó que "es una mentira que los judíos no querían pelear" y señaló que "mucho antes de la rebelión en el gueto de Varsovia había guerrilleros que peleaban en los bosques" de Polonia.
Zylberman, quien trabaja para el Museo del Holocausto de Buenos Aires, opinó que durante la Segunda Guerra mundial "había mucha desconfianza, porque tradicionalmente los judíos no combatían de esa manera".
"Hubo judíos que pelearon en la Primera Guerra Mundial y tenían cierta experiencia militar. Sobre todo después de la invasión alemana a la Unión Soviética, muchos judíos se integraron a los grupos guerrilleros", señaló Zylberman.
Antes morir que entregarse
Según algunos historiadores, muchos judíos polacos se dejaron quemar junto con sus casas en el gueto de Varsovia, antes de rendirse a las fuerzas nazis.
Hubo casos como el de la heroína Irena Sendler, propuesta para recibir el Premio Nobel de la paz, que arriesgó su vida para sacar del gueto a unos 2.500 niños judíos, a pesar de la férrea vigilancia de los alemanes.
Antes de que se iniciara la Segunda Guerra Mundial, vivían en Polonia un total de 3,5 millones de judíos.
Tras la captura de Polonia, en octubre de 1939, los alemanes restablecieron los guetos judíos, el primero en la ciudad de Lodz, otro en Varsovia y finalmente en todas las poblaciones polacas con población hebrea significativa.
En 1940, los alemanes obligaron a unos 400.000 judíos de Varsovia -30% de la población-, a vivir en una zona del centro de esa ciudad, para posteriormente ser trasladados a los campos de concentración.
Dos años después, unos 100.000 reclusos judíos murieron de hambre o de enfermedades, o fueron asesinados por sus captores.
Primera resistencia enérgica
En enero de 1943, el comandante de las SS, Heinrich Himmler, visitó el gueto y ordenó la reanudación de las deportaciones, pero por primera vez se encontraron con una resistencia enérgica por parte de los judíos.
Según algunos historiadores, la rebelión logró el control transitorio del gueto, mediante la construcción de varias barricadas y reduciendo a los judíos colaboracionistas, llamados "capos", mientras se preparan para la batalla final que se libraría el 19 de abril de 1943.
Los nazis reunieron a más de 2.000 soldados con la intención de intimidar a los judíos, pero estos se escondieron en las ventanas de sus casas y en los techos de los edificios -incluso en las cloacas-, esperando el momento propicio para atacar las tropas invasoras.
Finalmente, el 16 de mayo de 1943, las tropas alemanas aplastaron la resistencia, tras cuatro semanas de combates, y el alto mando alemán dijo que fueron ejecutados un total de 56.065 judíos y que las fuerzas nazis tuvieron 16 muertos y 90 heridos.
Vladka Meed, una famosa contrabandista de armas del gueto de Varsovia, dijo en una oportunidad que era horrible descubrir la apatía de la mayoría de los polacos sobre el destino de miles de judíos que eran llevados a los campos de concentración.
"La mayoría de ellos eran indiferentes y abiertamente antisemitas", dijo Meed, fallecida el 23 de noviembre de 2012 -a los 90 años de edad-, durante una entrevista con el diario The Washington Post.
"Nadie imaginaba ninguna cámara de gas. Ellos pensaban que los llevaban lejos para trabajar. Cuando los rumores de lo que realmente ocurría empezaron a circular, nadie creía en ellos", afirmó. Meed, cuyo verdadero nombre era Feigele Peltel, escribió el libro "A ambos lados del muro (1948)", donde relata que obtenía armas y municiones en el mercado negro polaco y además actuaba como mensajera de la resistencia judía, escondiendo documentos en sus zapatos.
"El gueto será un ejemplo para las próximas generaciones, ya que sirvió para mantener en alto la dignidad del ser humano y, específicamente, la honra judía", dijo el profesor Zylberman.